Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach

Nao Albet y Marcel Borrás escriben, dirigen y protagonizan con maestría una pieza que irrumpe en el panorama teatral madrileño como un estallido brillante, un relato complejo y lúcido en el que la sorpresa crece sin límites de forma exponencial, pura adrenalina. Los artistas abrazan el peligro y se atreven a combinar géneros como la autoficción, el thriller o el musical sobre un derroche de puesta en escena que no se priva de ningún recurso. El elenco, entre los que destaca una Irene Escolar cañera y explosiva, se mueve dentro de la vorágine en una coreografía medida al milímetro y convive en perfecta armonía con un espacio sonoro que te arrastra, una videoescena gamberra y sorprendente, un magnífico diseño de luces, una escenografía que evoluciona por encima de sus posibilidades, e incluso un subtitulado que protagoniza uno de los momentos más divertidos de la obra.

Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach se despide, al final, con lo más parecido a un fiestón que hemos vivido en los últimos meses y deja a un público conmocionado, y boquiabierto, que horas después de terminar el espectáculo seguirá sin poder cerrar la boca bajo la mascarilla.

 

Nao Albet y Marcel Borrás, en conjugación explosiva con Irene Escolar, saben revolucionar todo lo que sucede en un escenario y demostrar cómo el teatro se torna exposición, discurso a gritos, locura, despliegue infinito de recursos, --con humo, lámparas que bajan y suben, megafonía, luces--, y todo aquello que mantiene a un espectador pegado a la butaca. Y no sólo eso, sino con la boca abierta. Llevan ya más de diez obras en su haber como dramaturgos, actores, directores, en producciones complejísimas, llenas de hilos que parecen estar a punto de romperse, con ese halo indescriptible de incertidumbre, de riesgo, que no es más que la magia del drama y el teatro en estado puro. Son pocas las mentes creadoras que arriesgan tanto, es maravilloso ver cómo este par catalán de talentos, sale de su círculo de confort y en AVE desde Barcelona nos deleitan, una vez más, con ese mundo de fantasía y realidad que solo ellos saben crear. No avanzaría más, es que no se puede, es que hay que ir a ver Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach, en el Teatro María Guerrero. Bravo a estos dos genios del drama, del arte, del teatro, de la sala llena con todos mirando con la boca abierta. Que no sobren los aplausos, por favor.