El Conde de Torrefiel: La plaza

El Conde de Torrefiel: La plaza

Pablo Gisbert y Tanya Beyeler nos presentan La Plaza. En los tiempos del selfie, el escenario se convierte en una plaza habitada por seres sin rostro.

Sinopsis

En La plaza, el espectador recibe un protagonismo quizás inesperado. Todos los textos proyectados son en segunda persona. La obra te habla a ti. Y tú, al salir del teatro, te llevas la obra contigo y con tu vulgaridad –de vulgo– de europeo medio. A lo mejor se trata de que, en estos tiempos en los que nos pasamos la vida escudriñando la imagen de otros, nos llevemos un rato pensando en la propia, quien quiera que seas tú. Pero eso ocurrirá, si ocurre, después de que hayas dejado los ojos volar por las escenas de La plaza, escenas concurridas, plagadas de personajes diversos y detalles inasibles en su totalidad. La experiencia estética de mirar este paisaje supone un salto cualitativo en la relación como espectador con la poética de El Conde.

«La plaza –dice Tanya Beyeler– es un cuadro más impresionista. Es ver cómo aquello que vemos, las imágenes que pasan frente a nosotros, al final afectan la percepción de eso que vemos y la que tenemos de nosotros mismos».

«La plaza –dice Pablo Gisbert– es un trasunto de la idea de pueblo, de la idea de ciudad, de la idea de humanidad. Es una figura poética para hablar del mundo entero».

Duración:
Idioma:
Castellano
Sinopsis

En La plaza, el espectador recibe un protagonismo quizás inesperado. Todos los textos proyectados son en segunda persona. La obra te habla a ti. Y tú, al salir del teatro, te llevas la obra contigo y con tu vulgaridad –de vulgo– de europeo medio. A lo mejor se trata de que, en estos tiempos en los que nos pasamos la vida escudriñando la imagen de otros, nos llevemos un rato pensando en la propia, quien quiera que seas tú. Pero eso ocurrirá, si ocurre, después de que hayas dejado los ojos volar por las escenas de La plaza, escenas concurridas, plagadas de personajes diversos y detalles inasibles en su totalidad. La experiencia estética de mirar este paisaje supone un salto cualitativo en la relación como espectador con la poética de El Conde.

«La plaza –dice Tanya Beyeler– es un cuadro más impresionista. Es ver cómo aquello que vemos, las imágenes que pasan frente a nosotros, al final afectan la percepción de eso que vemos y la que tenemos de nosotros mismos».

«La plaza –dice Pablo Gisbert– es un trasunto de la idea de pueblo, de la idea de ciudad, de la idea de humanidad. Es una figura poética para hablar del mundo entero».

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