Tragicomedia que no conmueve

Antonio y Cleopatra

Antonio y Cleopatra
06/11/2021

Versión de V. Molina Foix, en un exquisito no verso, más bien prosa rimada, que, junto al cuidado lenguaje, perfecta dicción y sonido, fluye maravillosamente. Puesta en escena austera, pared de fondo industrial, metálica, fría, oscura, que se ilumina con colores básicos en función del personaje o enclave. El vestuario tampoco nos remite a Roma o Egipto, con uniformes militares modernizados ni Cleopatra viste con la suntuosidad que imaginamos.

No nos acaba de llegar química, ese deseo que todo lo nubla y no creo que sea porque la edad de los intérpretes no sea, probablemente, la más adecuada. No acabamos de entender sus reacciones (la traición de ella en la batalla naval, por ejemplo), ni su relación, de hecho. Nos cuesta ver a esa pareja como enamorados o apasionados. De ahí, que su final, pese al discurso final, nos deje más bien fríos. Les hemos visto casi tres horas y no queda claro por qué están juntos, si cada uno busca algo diferente, si la política hace extraños compañeros de cama o la cama ha hecho extraños compañeros de política.

En esta tragicomedia se ha potenciado cierto humor, tanto, que hasta en el momento en que Antonio se acerca a la muerte el público reía. Y cuando llega la tragedia, no nos conmueve, pese a los esfuerzos de Ana Belén (algo lastrada por el carácter caprichoso, veleta de esta Cleopatra) ni la entrega y dominio habitual de Lluís Homar.

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