En Teorema, las resonancias del interior del cuerpo componen el paisaje sonoro para la danza, se despliegan en un espacio partitura en el que los objetos –humo, carbón, cuerda, hielo, cristal– se disponen misteriosamente para alcanzar su propia floración. El cuerpo danzante anima el espacio para la danza. La sinfonía del cuerpo es la sinfonía del espacio y viceversa.