La sed ahonda en el vacío existencial que se abre en el hombre con la muerte de Dios, un viaje hacia el sentido donde lo único real es la propia existencia humana.

Se presenta en el marco de la XII Edición del Festival Miradas al Cuerpo.

Sinopsis

Hombres y mujeres que vagan sin rumbo en el desierto hacia una tierra que no existe. Emigrantes perpetuos que buscan en la vorágine para saciar el sinsentido. Se miran pero no se ven, se acompañan pero se sitúan solos frente al precipicio, ven el agujero negro que se abre en sus pies y deciden luchar. Corren y corren buscando una respuesta, porque en el fondo ninguno de ellos ha perdido la esperanza en el ser humano… la pieza abre preguntas para las que no hay respuesta. Lo único real es que estamos aquí y viajamos juntos. Itaca no existe. ¿O si?

La sed habla del viaje, de la búsqueda irracional, de la pérdida de rumbo, del dolor existencial, de la soledad ante el vacío, de la esperanza y la fe. El agua es aquello capaz de saciar nuestro vacío. Algo a lo que no tenemos acceso pero que buscamos incansables. Así mismo, el agua nos conforma y constituye, es portadora de vida, está en el origen mismo de la vida. Es la causa que inicia el viaje y a su vez es la que lo posibilita.

A través de esta pieza se intenta reflejar lo perdidos que nos encontramos y lo pequeños que realmente somos frente a la existencia. Huimos de la barbarie, nuestra propia deshumanización. Nos afanamos por encontrar algo que acote, que de sentido, que de seguridad. Nos parapetamos de sueños y nos olvidamos de estar presentes. Estar presentes nos humaniza, nos devuelve a lo finito, nos permite asumir la insignificancia y sobrellevar la incertidumbre.

Seguiremos perdidos en medio de un mar infinito de estrellas, remando en la noche oscura. Seguiremos perdidos, navegando sin rumbo, seguiremos y seguiremos… Sólo nosotros podremos hacer de este viaje algo más amable.

Sinopsis

Hombres y mujeres que vagan sin rumbo en el desierto hacia una tierra que no existe. Emigrantes perpetuos que buscan en la vorágine para saciar el sinsentido. Se miran pero no se ven, se acompañan pero se sitúan solos frente al precipicio, ven el agujero negro que se abre en sus pies y deciden luchar. Corren y corren buscando una respuesta, porque en el fondo ninguno de ellos ha perdido la esperanza en el ser humano… la pieza abre preguntas para las que no hay respuesta. Lo único real es que estamos aquí y viajamos juntos. Itaca no existe. ¿O si?

La sed habla del viaje, de la búsqueda irracional, de la pérdida de rumbo, del dolor existencial, de la soledad ante el vacío, de la esperanza y la fe. El agua es aquello capaz de saciar nuestro vacío. Algo a lo que no tenemos acceso pero que buscamos incansables. Así mismo, el agua nos conforma y constituye, es portadora de vida, está en el origen mismo de la vida. Es la causa que inicia el viaje y a su vez es la que lo posibilita.

A través de esta pieza se intenta reflejar lo perdidos que nos encontramos y lo pequeños que realmente somos frente a la existencia. Huimos de la barbarie, nuestra propia deshumanización. Nos afanamos por encontrar algo que acote, que de sentido, que de seguridad. Nos parapetamos de sueños y nos olvidamos de estar presentes. Estar presentes nos humaniza, nos devuelve a lo finito, nos permite asumir la insignificancia y sobrellevar la incertidumbre.

Seguiremos perdidos en medio de un mar infinito de estrellas, remando en la noche oscura. Seguiremos perdidos, navegando sin rumbo, seguiremos y seguiremos… Sólo nosotros podremos hacer de este viaje algo más amable.

Ficha artística
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