Antonín Dvořák: Rusalka

Antonín Dvořák: Rusalka

Rusalka es la ópera más célebre de Dvořák. Se estrenó en Praga en 1901 y su libreto está inspirado en la versión checa de la leyenda folclórica centroeuropea que conocemos también a través de ‘Undine’ (1811) de Friedrich de la Motte Fouqué y ‘La sirenita’ (1837) de Hans Christian Andersen. Rusalka conquistó pronto los países germanoparlantes, pero su eclosión internacional tardó en producirse pese a la celebridad de su “Canción de la Luna”. Desde las últimas décadas del pasado siglo, su presencia en los escenarios no ha dejado de consolidarse hasta convertirse en una de las veinte óperas más interpretadas de nuestros días. El relato original encuentra una perfecta traducción musical en una partitura llena de magia y colorido en la que es posible adivinar la influencia wagneriana, en concreto, en las corrientes fluviales de ‘El anillo del nibelungo’. Presenta también muchas similitudes con otra gran fábula acuática de sacrificio y redención, ‘Sadko’ (1898) de Rimski-Kórsakov, todo ello sin renunciar a las raíces bohemias que el compositor, como artista comprometido con la música y la cultura nacional checas, imprimió a la mayor parte de sus creaciones. Ópera en tres actos.

Sinopsis

El nombre de esta ópera tiene su origen en la mitología eslava: Rusalka es un espíritu del agua que vive en ríos o lagos, y el argumento, tiene su base en una fábula de Moravia. Rusalka pide a una bruja que la transforme en mujer para entregarse al amor de un joven príncipe. El poder de la bruja es relativo y la ninfa se convierte en una princesa muda. Se trata de una obra de fantasía, en la cual el elemento dramático apenas existe, centrando la acción en su contenido poético y simbólico.

Idioma:
Italiano
Sinopsis

El nombre de esta ópera tiene su origen en la mitología eslava: Rusalka es un espíritu del agua que vive en ríos o lagos, y el argumento, tiene su base en una fábula de Moravia. Rusalka pide a una bruja que la transforme en mujer para entregarse al amor de un joven príncipe. El poder de la bruja es relativo y la ninfa se convierte en una princesa muda. Se trata de una obra de fantasía, en la cual el elemento dramático apenas existe, centrando la acción en su contenido poético y simbólico.

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