Todas las cosas del mundo se hace con muchos materiales y con muchas temáticas, tonos, estilos y procedimientos, hasta generar algo que podría definirse como collage, ensamblaje, patchwork, re-mix o sampleado.
Sinopsis
Internet podría ser el compendio definitivo, el último depósito del saber humano antes de nuestra desaparición como especie, recogiendo el testigo de las enciclopedias, los diccionarios, los atlas, los museos y las bibliotecas. Parecería que, gracias a la red de redes, tenemos todo el conocimiento, el mundo en su totalidad, a un clic (o dos).
Este es el suelo (y la duda su abono) sobre el que está creciendo el nuevo proyecto de Colectivo Armadillo, un grupo de creadores diversos, compuesto por Carlos Rod, Pilar Campos, Óscar G. Villegas, Luciana Pereyra, Raúl Marcos y Jesús Barranco, que desde 2005 caminan –juntos y no revueltos– dando a luz trabajos interdisciplinares y de huidiza clasificación.
Su forma de mirar y abordar las artes vivas siempre busca un ángulo nuevo. Por ejemplo, en vez de operar como lo hace el arte generalmente, tomando la parte por el todo, Todas las cosas del mundo utiliza un procedimiento acumulativo, un querer abarcarlo todo.
A lo largo de los últimos meses ha estado desarrollando una suerte de cartografía infinita, ¿para qué? Sin dejar de asumir la imposibilidad del objetivo (hablar de todas las cosas del mundo), todo lo acumulado en esta particular enciclopedia (incluidos los errores y las informaciones sesgadas) se va a materializar en diferentes formatos y soportes artísticos: una publicación al estilo de las misceláneas renacentistas, una película documental, una colección de pequeñas esculturas y objetos, una instalación plástica y otra escénica para cuatro intérpretes, que es la que veremos aquí.
La fragmentariedad, que es una de las características habituales de las dramaturgias contemporáneas desde el último tercio del siglo XX, llega aquí al paroxismo.