Desde 2020, Carmen Werner, una de las imprescindibles coreógrafas españolas, viene estrenando dos espectáculos por año. Tiene cumplidas más de siete décadas y no parece aflojar el ritmo de creación ni de pasión por la danza. Así que nada más natural que esperar la nueva creación de Werner, Cuando quieras.
Sinopsis
Los anuncios de sus nuevas obras son escuetos. Para 1953, del año pasado, daba la pista de que la fecha del título coincidía con el año de su nacimiento. Para Seguimos enteras, también de 2023, defendía el derecho “inalienable” a hacer el ridículo.
¿Y de Cuando quieras, que presenta este año en el Festival de Otoño? La locura y su borrosa definición, porque entiende Werner que a veces, la locura “es un recurso de desconexión” y que hay una “línea” que la separa de la cordura. “¿Quién es el loco y el cuerdo; quién decide esto… la sociedad?”, se pregunta. Para la bailarina y coreógrafa los “locos de verdad” son los que “ni se preocupan por esos límites” que marca la sociedad.
A Werner la acompañan en escena cuatro bailarines Raquel Jara, Cristian López, Sebastián Calvo y Alejandro Morata, todos ellos componentes de Provisional Danza, la compañía que fundó la coreógrafa en 1987, después de formarse en danza clásica y contemporánea en Madrid, Barcelona y Londres. Con ella ha cimentado una trayectoria reconocida con los principales premios que otorga España a sus mejores creadores, como la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes en 2020, el Premio Nacional de Danza en 2007 y el Premio de Cultura en la sección de Danza de la Comunidad de Madrid en 2000.
Su larga trayectoria desemboca actualmente en producciones muy ricas en el lenguaje coreográfico, con elencos que mueve con una maestría espectacular, y en la que combina la excelencia en el movimiento coral, la voz y los objetos.
En sus trabajos, según explica otro coreógrafo de referencia Daniel Abreu, parece siempre darse una diferencia de rol entre el hombre y la mujer, una necesidad de estar acompañados, y en el fondo personajes que parecen observarse como si fueran objetos, pero que hablan de lo humano con asertividad y honestidad.
La pulcritud de su lenguaje técnico, añade Abreu, hace que cada una de sus coreografías, arropadas desde la sencillez van moviendo a los espectadores por fotografías de un tiempo, de escenas que parecieron existir. Es como si Carmen Werner contara una parte de lo ocurrido, pero es tan hábil que podemos ver aquello que no muestra y además hacerlo nuestro.