La coreógrafa y bailarina de origen dominicano Ligia Lewis, afincada en Florida, ha elegido Barcelona y Madrid para estrenar en Europa su pieza deader than dead, que empezó a fraguarse poco antes de que llegara la pandemia.
Sinopsis
Originalmente era una pieza que partía de una investigación sobre lo que en inglés se llama ‘deadpan’, lo inexpresivo, lo impasible, pero a partir de resortes cómicos para ilustrar la distancia emocional. Lewis desarrolló inicialmente una coreografía para 10 intérpretes que expresivamente estaba como muerta, más muerta que la muerte, si nos atenemos al título de la pieza. Pero del parón pandémico surgió una variante, esta vez solo para cuatro bailarines, que arranca con el soliloquio culminante de Macbeth (“Mañana y mañana y mañana se arrastra con paso mezquino día tras día hasta la sílaba final del tiempo escrito…”), en una reflexión sobre la repetición (tan teatral) y el sinsentido. La obra, finalmente, presenta varios módulos y cada uno de ellos es una ilustración paródica de la muerte, la inmovilidad y el vacío. Está acompañada de una poderosa banda sonora en la que encontramos cantos medievales, música electrónica y voces sintetizadas, donde la partitura se rompe a veces dando paso a sonidos atmosféricos, por ejemplo, de suelas golpeando la gran superficie amarilla sobre la que bailan o de troncos que caen contra el suelo.
Las secuencias bailadas oscilan entre las representaciones de la muerte, las posturas de los cadáveres y las demostraciones de la enérgica actividad del grupo, alternando tan rápidamente que ninguna acción parece estar exenta de la amenaza de la fatalidad. Igual que introducen el texto de Shakespeare al principio, entra en otro momento, en boca de la propia Lewis, la clase magistral de 1979 de Ian McKellen sobre cómo decir ese monólogo, “imaginando la negrura abismal, la desesperación total… y la imaginación, alimentada por las metáforas e imágenes concretas, puede entonces alimentar el cuerpo, los gestos, el timbre de voz, los párpados”. Surge la pregunta de cómo representar eso que está muerto en vida, eso que repetimos mecánicamente. Y de ahí saltan a bailar girando en círculos antes de liberar sus voces, gritos individuales difíciles de identificar, pero que llegan desde la exasperación para convocar la conmoción. Los bailarines caen hacia atrás violentamente. Este ‘deadpan’ no parece tener tanta gracia. Los negros no tienen derecho a divertirse, parecen decirnos. Lewis coreografía el espectáculo del sufrimiento negro como condición de la supremacía blanca.
El magnetismo de la danza de Ligia Lewis tiene que ver con una muy bien medida combinación de lo familiar y lo desconocido. En su obra, las metáforas sonoras y visuales se topan con el cuerpo, que materializa lo enigmático, lo poético y lo disonante. Estas danzas macabras que presenta en deader than dead, en un espacio que evoca, con su luz blanca de tubo fluorescente, una sala de autopsias o un limbo entre la vida y la muerte, son deudoras de la tradición teatral que ha sido siempre una clave en su obra, en su práctica performativa. Una práctica atravesada por la agitación, la que le mueve por dentro, la que le duele, y la que transmite a través de los movimientos que plantea. Este acostumbrarnos, desde el lado de los blancos, a ver imágenes de cuerpos negros muertos, despersonalizados, deshumanizados, es convocado desde el escenario por cuatro artistas, más vivos que la vida.
Inglés
Originalmente era una pieza que partía de una investigación sobre lo que en inglés se llama ‘deadpan’, lo inexpresivo, lo impasible, pero a partir de resortes cómicos para ilustrar la distancia emocional. Lewis desarrolló inicialmente una coreografía para 10 intérpretes que expresivamente estaba como muerta, más muerta que la muerte, si nos atenemos al título de la pieza. Pero del parón pandémico surgió una variante, esta vez solo para cuatro bailarines, que arranca con el soliloquio culminante de Macbeth (“Mañana y mañana y mañana se arrastra con paso mezquino día tras día hasta la sílaba final del tiempo escrito…”), en una reflexión sobre la repetición (tan teatral) y el sinsentido. La obra, finalmente, presenta varios módulos y cada uno de ellos es una ilustración paródica de la muerte, la inmovilidad y el vacío. Está acompañada de una poderosa banda sonora en la que encontramos cantos medievales, música electrónica y voces sintetizadas, donde la partitura se rompe a veces dando paso a sonidos atmosféricos, por ejemplo, de suelas golpeando la gran superficie amarilla sobre la que bailan o de troncos que caen contra el suelo.
Las secuencias bailadas oscilan entre las representaciones de la muerte, las posturas de los cadáveres y las demostraciones de la enérgica actividad del grupo, alternando tan rápidamente que ninguna acción parece estar exenta de la amenaza de la fatalidad. Igual que introducen el texto de Shakespeare al principio, entra en otro momento, en boca de la propia Lewis, la clase magistral de 1979 de Ian McKellen sobre cómo decir ese monólogo, “imaginando la negrura abismal, la desesperación total… y la imaginación, alimentada por las metáforas e imágenes concretas, puede entonces alimentar el cuerpo, los gestos, el timbre de voz, los párpados”. Surge la pregunta de cómo representar eso que está muerto en vida, eso que repetimos mecánicamente. Y de ahí saltan a bailar girando en círculos antes de liberar sus voces, gritos individuales difíciles de identificar, pero que llegan desde la exasperación para convocar la conmoción. Los bailarines caen hacia atrás violentamente. Este ‘deadpan’ no parece tener tanta gracia. Los negros no tienen derecho a divertirse, parecen decirnos. Lewis coreografía el espectáculo del sufrimiento negro como condición de la supremacía blanca.
El magnetismo de la danza de Ligia Lewis tiene que ver con una muy bien medida combinación de lo familiar y lo desconocido. En su obra, las metáforas sonoras y visuales se topan con el cuerpo, que materializa lo enigmático, lo poético y lo disonante. Estas danzas macabras que presenta en deader than dead, en un espacio que evoca, con su luz blanca de tubo fluorescente, una sala de autopsias o un limbo entre la vida y la muerte, son deudoras de la tradición teatral que ha sido siempre una clave en su obra, en su práctica performativa. Una práctica atravesada por la agitación, la que le mueve por dentro, la que le duele, y la que transmite a través de los movimientos que plantea. Este acostumbrarnos, desde el lado de los blancos, a ver imágenes de cuerpos negros muertos, despersonalizados, deshumanizados, es convocado desde el escenario por cuatro artistas, más vivos que la vida.
- Idea original:
Ligia Lewis - Dramaturgia:
Ligia Lewis
Ian Randolph
Shakespeare
Ian McKellen - Dirección artística:
Ligia Lewis - Escenografía:
Ligia Lewis - Iluminación:
Joseph Wegmann - Sonido:
Slauson Malone - Peluquería:
Gabrielle Curebal - Vestuario:
Marta Martino - Coreografía:
Ligia Lewis - Producción:
Sina Kießling
Nicole Schuchardt
Made in L.A.
Hammer Museum