El director, dramaturgo y performer Alberto Cortés presenta El Ardor.

Sinopsis

El Ardor parece un discurso donde una sombra habla sobre la necesidad de convertir en inmortales a las comunidades outsiders, adolescentes, viejas, queers y cuerpos al margen, hacer de ellos bandas callejeras que vivan el deseo como un estado romántico inmortal, contra el consumo rápido, como herramienta de destrucción de la sociedad afectivocapitalista. Sueño con un ardor que es el deseo puesto en crisis, no limitado a la pornografía sino a la posibilidad de engendrar un estado casi santo, de entusiasmo eterno. Sueño con ocupar las calles con pasión. Hay algo de incendiario en el discurso de la pieza y mucho de poética influenciado por las teorías postanarquistas de Hakim Bey, la narrativa salvaje y queer de William Burroughs o Arthur Rimbaud y la idea de la inmortalidad de los cosmistas rusos (exigimos al biopoder que haga inmortales a los desheredados, ya son vampiros).

Desde el escenario se mira de lejos el concepto de revolución, de un modo que refleja la óptica contemporánea desde la que miramos el cambio en la sociedad actual: como un romanticismo cinematográfico imposible (estamos encarnando Lo Romántico). Al final del todo lo que parecía un discurso era un poema dedicado a la calle y a mis padres. Y lo que parecía un monstruo era un marica.

Sinopsis

El Ardor parece un discurso donde una sombra habla sobre la necesidad de convertir en inmortales a las comunidades outsiders, adolescentes, viejas, queers y cuerpos al margen, hacer de ellos bandas callejeras que vivan el deseo como un estado romántico inmortal, contra el consumo rápido, como herramienta de destrucción de la sociedad afectivocapitalista. Sueño con un ardor que es el deseo puesto en crisis, no limitado a la pornografía sino a la posibilidad de engendrar un estado casi santo, de entusiasmo eterno. Sueño con ocupar las calles con pasión. Hay algo de incendiario en el discurso de la pieza y mucho de poética influenciado por las teorías postanarquistas de Hakim Bey, la narrativa salvaje y queer de William Burroughs o Arthur Rimbaud y la idea de la inmortalidad de los cosmistas rusos (exigimos al biopoder que haga inmortales a los desheredados, ya son vampiros).

Desde el escenario se mira de lejos el concepto de revolución, de un modo que refleja la óptica contemporánea desde la que miramos el cambio en la sociedad actual: como un romanticismo cinematográfico imposible (estamos encarnando Lo Romántico). Al final del todo lo que parecía un discurso era un poema dedicado a la calle y a mis padres. Y lo que parecía un monstruo era un marica.

Ficha artística
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