El término YöY significa árbol en el idioma original Pemón de la etnia Pemona del sur de Venezuela.
La humanidad ha perdido la relación con su propia naturaleza y con la que le rodea. Tres criaturas interrelacionadas se desarrollan en un espacio común donde vibración y sonido transforman el paisaje. Explorando las conexiones con la naturaleza, el árbol se usa como un ejemplo a seguir para el hombre en su próximo camino por delante.
Este espectáculo pertenece al 36º Festival Madrid en Danza.
Sinopsis
“Un árbol nos recuerda que para crecer hacia lo alto, hacia lo espiritual, lo abstracto, es necesario estar bien arraigado en la tierra, en lo concreto, en la materia. Es al igual que el ser humano, un ser que une cielo y tierra. Es el portador del fruto acabado, y al mismo tiempo, está en pleno proceso de desarrollo. Nosotros, como seres humanos, somos la máxima expresión de la creación y al mismo tiempo estamos aún en proceso de crecimiento”. Fiedrich Nietzsche
El ser humano tiene que reafirmarse como individuo independiente para volver a aceptar el origen común que le une más que las superficialidades que les separan. Nuestras experiencias pasadas, códigos culturales y emociones presentes generan una realidad donde podemos percibir la realidad en su lado positivo o negativo.
El ser humano ha perdido el equilibrio con la naturaleza. Un equilibrio que no solo afecta a la naturaleza que le rodea, sino a su propia naturaleza interior también. Su propia conciencia de sí mismo, con todos los beneficios y responsabilidades que ello conlleva, le han llevado por un camino en el que se ha reafirmado cómo ser independiente y creador, pero ha perdido su anclaje con la realidad que le sustenta.
La realidad que comparte con todo ser viviente y que es base de la creación del hombre. YöY trabaja con el concepto de una base común en las personas como principio de evolución. Una base que vamos rompiendo a medida que crecemos.
Una unidad de base que pretendemos romper como parte de nuestra evolución para darnos cuenta de que el camino sigue por comprender lo que nos une. La relación íntima del ser humano con la naturaleza, como un sistema donde el equilibrio y contacto entre ambos es esencial para el buen desarrollo de cada uno, se refleja en una fusión del cuerpo humano creciendo como un árbol que nace desde la raíz para proyectarse. Varias entidades nacen de una misma raíz para ir evolucionando, en una aparente dualidad que los separa, hacia una comprensión de su origen común a la vez que su final.
La consecuencia de un punto de vista dualista desemboca en una visión del mundo desde un ego que sólo puede verse separado de lo que le rodea. El ser humano llega a realizarse y sentirse completo cuando consigue una unidad con lo que le rodea al mismo tiempo que consigo mismo, desarrollo natural de trascender la visión dualista.
Una propuesta que apunta a generar un microcosmos escénico donde la corporalidad coreografiada se deja llevar por un hilo musical donde el músico es generador de cambios y crecimiento, como si de la propia naturaleza se tratase.
“Un árbol nos recuerda que para crecer hacia lo alto, hacia lo espiritual, lo abstracto, es necesario estar bien arraigado en la tierra, en lo concreto, en la materia. Es al igual que el ser humano, un ser que une cielo y tierra. Es el portador del fruto acabado, y al mismo tiempo, está en pleno proceso de desarrollo. Nosotros, como seres humanos, somos la máxima expresión de la creación y al mismo tiempo estamos aún en proceso de crecimiento”. Fiedrich Nietzsche
El ser humano tiene que reafirmarse como individuo independiente para volver a aceptar el origen común que le une más que las superficialidades que les separan. Nuestras experiencias pasadas, códigos culturales y emociones presentes generan una realidad donde podemos percibir la realidad en su lado positivo o negativo.
El ser humano ha perdido el equilibrio con la naturaleza. Un equilibrio que no solo afecta a la naturaleza que le rodea, sino a su propia naturaleza interior también. Su propia conciencia de sí mismo, con todos los beneficios y responsabilidades que ello conlleva, le han llevado por un camino en el que se ha reafirmado cómo ser independiente y creador, pero ha perdido su anclaje con la realidad que le sustenta.
La realidad que comparte con todo ser viviente y que es base de la creación del hombre. YöY trabaja con el concepto de una base común en las personas como principio de evolución. Una base que vamos rompiendo a medida que crecemos.
Una unidad de base que pretendemos romper como parte de nuestra evolución para darnos cuenta de que el camino sigue por comprender lo que nos une. La relación íntima del ser humano con la naturaleza, como un sistema donde el equilibrio y contacto entre ambos es esencial para el buen desarrollo de cada uno, se refleja en una fusión del cuerpo humano creciendo como un árbol que nace desde la raíz para proyectarse. Varias entidades nacen de una misma raíz para ir evolucionando, en una aparente dualidad que los separa, hacia una comprensión de su origen común a la vez que su final.
La consecuencia de un punto de vista dualista desemboca en una visión del mundo desde un ego que sólo puede verse separado de lo que le rodea. El ser humano llega a realizarse y sentirse completo cuando consigue una unidad con lo que le rodea al mismo tiempo que consigo mismo, desarrollo natural de trascender la visión dualista.
Una propuesta que apunta a generar un microcosmos escénico donde la corporalidad coreografiada se deja llevar por un hilo musical donde el músico es generador de cambios y crecimiento, como si de la propia naturaleza se tratase.
- Dirección:
Fabian Thomé - Dramaturgia:
Ignacio Urrutia - Músicos:
Miguel Marín Pavón - Iluminación:
Gloria Montesinos - Sonido:
Jeff Verbeek - Vestuario:
Jan-Jan Van Essche - Coreografía:
Fabian Thomé - Música original:
Woodjae Park
Miguel Marín Pavón - Fotografía:
Ignacio Urrutia - Producción:
Sara León