Nocturno de Ulrike o El sujeto histórico, un cóctel explosivo donde resuenan Ulrike Meinhof, Derrida, la hauntología, la posmodernidad, Mark Fisher, la depresión, el suicidio y la pregunta por el sujeto histórico, entre otras cosas. Arte y filosofía, teatro y pensamiento, acción y búsqueda crítica. La receta habitual de estos anarquistas de la escena dobla su apuesta disruptiva e iconoclasta.
Sinopsis
A los fundadores de la compañía La Columna Durruti, los argentinos Maricel Alvarez y Emilio García Wehbi, se les une en esta ocasión el artista, activista y crítico cultural español Marcelo Expósito para abordar un díptico que tiene como eje disparador la polémica figura de la periodista y miembro principal de la agrupación alemana RAF (Rote Armee Faction) o banda Baader-Meinhof. Hablamos de Ulrike Marie Meinhof, periodista recordada sobre todo por sus artículos en la revista Konkret, antibelicista militante, tanto que pasó a la clandestinidad en 1970 alejándose para siempre de su familia para participar en diversas acciones terroristas. En la Alemania Federal de aquellos años, el Partido Comunista era ilegal y la socialdemocracia, según señalaba Meinhof en sus incisivos textos, gasta dejes autoritarios y la desnazificación es solo un proceso superficial. La lucha armada la llevó a la cárcel, donde permaneció en régimen de lo que Amnistía Internacional califica como “tortura blanca”, encerrada en una celda blanca sin ventilación, con luz blanca día y noche, aislada acústicamente y sin contacto alguno con el exterior durante más de 200 días. Allí se le encontró ahorcada en mayo de 1976, aunque hasta hoy sigue habiendo dudas sobre las causas de su muerte. Puesto el contexto, veamos qué nos ofrece La Columna Durruti al respecto.
Decimos que es un díptico porque el espectáculo se presenta dividido en dos partes (que se corresponden con las dos instancias del título). Hay una parte más ficcional, el Nocturno de Ulrike, donde el espectro de la periodista toma corporeidad en escena a través de Maricel Alvarez para reclamar la devolución de su cerebro, que fue extirpado sin el consentimiento de sus familiares, porque los peritos forenses querían estudiar la neurología de “un comportamiento tan violento”. Pura hauntología. Al mismo tiempo, el personaje lanza una diatriba contra Dios, porque a Dios hay que hostigarlo para que se revele. Pura mística judía. Todo esto ocurre mientras tiene lugar una acción performativa, ya que la actriz aporrea con un hacha un enorme tronco en escena, trasunto de aquella violencia que desplegó Ulrike en su etapa en la RAF (incluso antes, pues dicen que previamente a pasar a la clandestinidad, destruyó el mobiliario de su casa).
La segunda parte, que está intercalada con la primera, titulada El sujeto histórico , es menos representacional y cuenta con la presencia en escena de Marcelo Expósito y Emilio García Wehbi, que van a deconstruir la larga conversación transoceánica que han mantenido a lo largo de todo el año 2021. Ahí se van a desplegar una serie de materiales de toda índole que buscan nutrir la pregunta central de la obra: ¿cuál es el sujeto histórico del presente? Y más aún, ¿es posible hablar de sujeto histórico hoy? Primero despiertan el fantasma de una época, aquellos años 60-70 que certifican la muerte de la modernidad, a través de un sujeto paradigmático de aquel entonces, y luego se despliega un collage sobre un soporte de vídeo, caudal hecho imagen para hablar de un tiempo, el nuestro, el actual, que vive sepultado bajo el paradigma de la cultura visual. Como sus propios responsables indican, este amasijo “intentará convocar a aquellos fantasmas del pasado que procuraron colarse a través de la grieta del sistema para habilitar la posibilidad utópica o no de que podamos habitar el presente como dignos sujetos históricos de la época en la que nos ha tocado vivir, y no como simples algoritmos de una ecuación mercantil que ni siquiera comprendemos”. Ardua tarea. Apasionante.
Castellano
A los fundadores de la compañía La Columna Durruti, los argentinos Maricel Alvarez y Emilio García Wehbi, se les une en esta ocasión el artista, activista y crítico cultural español Marcelo Expósito para abordar un díptico que tiene como eje disparador la polémica figura de la periodista y miembro principal de la agrupación alemana RAF (Rote Armee Faction) o banda Baader-Meinhof. Hablamos de Ulrike Marie Meinhof, periodista recordada sobre todo por sus artículos en la revista Konkret, antibelicista militante, tanto que pasó a la clandestinidad en 1970 alejándose para siempre de su familia para participar en diversas acciones terroristas. En la Alemania Federal de aquellos años, el Partido Comunista era ilegal y la socialdemocracia, según señalaba Meinhof en sus incisivos textos, gasta dejes autoritarios y la desnazificación es solo un proceso superficial. La lucha armada la llevó a la cárcel, donde permaneció en régimen de lo que Amnistía Internacional califica como “tortura blanca”, encerrada en una celda blanca sin ventilación, con luz blanca día y noche, aislada acústicamente y sin contacto alguno con el exterior durante más de 200 días. Allí se le encontró ahorcada en mayo de 1976, aunque hasta hoy sigue habiendo dudas sobre las causas de su muerte. Puesto el contexto, veamos qué nos ofrece La Columna Durruti al respecto.
Decimos que es un díptico porque el espectáculo se presenta dividido en dos partes (que se corresponden con las dos instancias del título). Hay una parte más ficcional, el Nocturno de Ulrike, donde el espectro de la periodista toma corporeidad en escena a través de Maricel Alvarez para reclamar la devolución de su cerebro, que fue extirpado sin el consentimiento de sus familiares, porque los peritos forenses querían estudiar la neurología de “un comportamiento tan violento”. Pura hauntología. Al mismo tiempo, el personaje lanza una diatriba contra Dios, porque a Dios hay que hostigarlo para que se revele. Pura mística judía. Todo esto ocurre mientras tiene lugar una acción performativa, ya que la actriz aporrea con un hacha un enorme tronco en escena, trasunto de aquella violencia que desplegó Ulrike en su etapa en la RAF (incluso antes, pues dicen que previamente a pasar a la clandestinidad, destruyó el mobiliario de su casa).
La segunda parte, que está intercalada con la primera, titulada El sujeto histórico , es menos representacional y cuenta con la presencia en escena de Marcelo Expósito y Emilio García Wehbi, que van a deconstruir la larga conversación transoceánica que han mantenido a lo largo de todo el año 2021. Ahí se van a desplegar una serie de materiales de toda índole que buscan nutrir la pregunta central de la obra: ¿cuál es el sujeto histórico del presente? Y más aún, ¿es posible hablar de sujeto histórico hoy? Primero despiertan el fantasma de una época, aquellos años 60-70 que certifican la muerte de la modernidad, a través de un sujeto paradigmático de aquel entonces, y luego se despliega un collage sobre un soporte de vídeo, caudal hecho imagen para hablar de un tiempo, el nuestro, el actual, que vive sepultado bajo el paradigma de la cultura visual. Como sus propios responsables indican, este amasijo “intentará convocar a aquellos fantasmas del pasado que procuraron colarse a través de la grieta del sistema para habilitar la posibilidad utópica o no de que podamos habitar el presente como dignos sujetos históricos de la época en la que nos ha tocado vivir, y no como simples algoritmos de una ecuación mercantil que ni siquiera comprendemos”. Ardua tarea. Apasionante.
- Dirección:
Emilio García Wehbi - Autoría:
Maricel Alvarez
Marcelo Expósito
Emilio García Wehbi - Dirección artística:
Martín Antuña - Dirección técnica:
Martín Antuña - Vídeo:
Martín Antuña - Producción:
La Columna Durruti
Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz
Festival Internacional de Buenos Aires
Fundación Internacional Teatro a Mil