Saúl y la noche es una obra de Beatriz Jaén y Pepa Zaragoza. En el Teatro del Barrio.
Sinopsis
¿Qué hacemos con el interés y simpatía de muchos adolescentes por la extrema derecha en nuestro país? ¿Cómo y por qué han calado discursos de odio en una parte de la población tan joven? ¿Qué ha pasado para que el relato común que podía hacernos sentir parte de una misma historia -tanto a adultos como a jóvenes- haya quedado asfixiado bajo ideologías extremistas? ¿Existió alguna vez un relato común? ¿Dónde quedan los espacios para el diálogo? ¿Cómo se habla con un adolescente?¿Y una madre y un padre con su hijo?
Tras una guerra que acabó con el sistema democrático de la II República en 1939, y tras casi cuarenta años de dictadura franquista, en 1976 vuelven las libertades democráticas a nuestro país.
En el año en que celebramos el cincuenta aniversario de la Democracia, este espectáculo quiere acercarse a todos esos jóvenes que sienten interés y simpatía por partidos políticos y personajes públicos que abanderan principios fascistas e idealizan la España opresiva de la dictadura militar.
Esta obra pretende adentrarse en esta problemática a la que se enfrenta el país, con el cuidado y la delicadeza que el tema requiere.
Es por eso que, para comprender mejor la complejidad del asunto, ubicamos la acción de esta pieza en el día a día de una familia. Una familia formada por una madre, un padre y un hijo adolescente. Y quizás es ahí, al calor de la lumbre -ahí donde se protege al hijo y se le acompaña en su descubrimiento del mundo- donde nos podremos hacer mejor todas estas preguntas, y pensar desde el punto de vista de una madre y un padre que observan preocupados a su hijo; y desde el punto de vista de un hijo que ha dejado de buscar respuestas en sus padres para buscarlas en la inmensidad de la noche.
El momento es de una fragilidad inmensa. Se requiere precaución. Quizás ir más despacio. Escuchar bien lo que se dice en un mundo que no para de decir cosas. Y también pensar bien lo que decimos. Poner la atención en aquello que no nos gusta y en lo que sí nos gusta. Pero, sobre todo, poner la atención en aquello que nos gusta tanto que provoca en nosotros un respirar más hondo y pausado.
Un respirar nuevo que conoce la fragilidad del mundo.
Respirar y, desde ahí, escuchar, hablar.
Y seguir escuchando.
Y seguir hablando.
Más hondo. Más pausado.
Quizás por ahí se abra un claro en mitad de la espesura de esta noche sin estrellas.
Y entonces, a lo mejor…
Respirando juntos, pensando y apasionándonos juntos… se haga posible una ligera variación que todo lo cambie.



