No otra cosa que búsqueda y encuentro es este Yarin. El propio título trabaja a su favor en ese sentido, pues es la unión de las letras finales de los apellidos de ambos.
Sinopsis
Dos artistas coreógrafos como Antonio Marín y Jon Maya han encontrado en las colaboraciones con otros creadores una extensión estimulante de sus propias ideas. Confrontados a universos, conceptos, estéticas situados a veces en la otra orilla artística, se han dejado permear de movimientos y nociones que han derivado en hallazgos comunes.
Para Maya, el encuentro entre lenguajes artísticos y la capacidad de realizar esas colaboraciones son el principal sello de su trabajo, como muestran algunos de los nombres a los que se ha asociado (Cesc Gelabert, Israel Galván, Marcos Morau/ La Veronal, Juan Mari Beltrán).
A Marín le ha atraído siempre la búsqueda de nuevas maneras de sumergir la tradición flamenca en aguas inéditas, y a ello se ha entregado, convencido de que el flamenco puede dialogar sin complejos con otras artes. Con él han trabajado, por ejemplo, Sharon Fridman, Pilar Albarracín, Blanca Li y Kader Attou.
De Marín (Sevilla, 1969) puede decirse que es uno de los bailaores más singulares del panorama flamenco actual. Sus producciones se han centrado en la tradición flamenca y específicamente en los cantes clásicos, a través de un estilo personalísimo y una estética de absoluta contemporaneidad. Director coreográfico, artístico y musical de su propia compañía, sus creaciones reflejan la libertad expresiva de una profunda investigación artística.
Desde el norte, Jon Maya (Errentería, 1977), fundador de Kukai Danza, también ha ejercicio el apostolado de la música de la tradición, en este caso vasca, donde se formó desde muy niño, a los seis años, en que comenzó a bailar la danza de su región. Pero también, como Marín, se liberó de los corsés de esa tradición, sin abandonarla, para zambullirse en la creación contemporánea con la creencia de que ambas formas podían convivir.
Estrenada en la Bienal de Sevilla de 2022, Yarin es un espectáculo en blanco y negro, las tonalidades lumínicas que lo envuelven. En ese espacio, a veces en penumbra, siempre oscuro, como las ropas de sus bailarines, se citan el flamenco de Marín y la danza vasca de Maya. Ambos progresan en el escenario ejecutando solos al ritmo de la música que interpreta en directo Julen Achiary, y entablan un diálogo cara a cara, en el que uno y otro acompasan sus movimientos aún de tradiciones diferentes. Sonoro Marín, con su taconeado, silencioso Maya, con sus zapatillas de tela. Y a pesar de sus diferencias hacen posible el encaje de los opuestos, que es el principio de toda convivencia y creación.