Hace tiempo que el teatro documental está, de manera más o menos presente, en nuestros escenarios. Y lo mejor de esta circunstancia es ver como evoluciona, a través de variaciones escénicas cada vez más diversas que amplían las bases de este género. Lo que hace, por ejemplo, Àlex Rigola con esta exposición minuciosa de los hechos y la intrahistoria del golpe de estado que es 23-F. Un juego curioso entre forma y contenido.
A partir de la idea de la celebración del 40 aniversario del acontecimiento, ambienta la pieza como si fuera una fiesta infantil, con globos, bebidas, velas, pastel, disfraces y unos actores con libertad para entrar y salir de la seriedad del relato. La adaptación de la novela de Javier Cercas (Anatomía de un instante) es ejemplar, apostando por cierto didactismo, y ordenando la narración de manera clara, concisa y clarificadora.
La figura del rey Juan Carlos I presenciando el espectáculo (literalmente) como muñeco de cartón es, quizás, la metáfora más poderosa del montaje. Por el resto, estamos ante una propuesta interesante donde el contraste entre forma y contenido, excepto en momentos puntuales como la escalada, no llega casi nunca a encajar del todo, a pesar de ser divertida y bastante vistosa. En realidad, todo ello no está muy lejos del teatro que ha hecho Rigola hasta ahora: una idea que le interesa, un contenido explorado en profundidad y una decisión formal que dialoga con los dos primeros elementos. Puede gustar más o menos, pero continúa siendo efectivo.