Una luz tenue, música de Ryuichi Sakamoto, y un Jesús Rubio Gamo llenando el escenario con su solo, mitad danza mitad escritura de pensamientos sobre su propia existencia, que plasmados cada uno de ellos en su voz y en las hojas de papel que caen al suelo del escenario como lo hacen cada año las hojas de los árboles a la llegada del otoño, nos introduce dentro de la obra Ahora que no somos demasiado viejos todavía .
Sentados en las butacas de la sala de Cuarta Pared, todo el público está hipnotizado con los movimientos de danza del actor en el escenario, que junto con la perfecta iluminación y con la música que le acompaña, te arrastran y te hacen moverte sin darte cuenta como meciéndote. En esta obra no se pestañea, todo el mundo tiene la mirada fija en él y en lo que desprenden sus movimientos. A mitad de la obra acompañando a sus movimientos, empieza a resonar su voz alta y clara, llenando la sala con pensamientos de su vida, que podría ser la tuya; pensamientos de una vida cotidiana, de experiencias vividas diurnas y nocturnas, de sentimientos, de pareja, de miedos, de metas propuestas y de deseos algunos de ellos olvidados, que volvemos a desenterrar porque aún los tenemos pendientes de cumplir.
Esta obra te invita a reflexionar sobre el paso del tiempo, sobre cómo todas las cosas van conformando tu vida hasta ser como la conoces, y cómo seguiremos dándole forma con nuestras pequeñas decisiones diarias, porque aún tenemos mucho tiempo por delante, no somos demasiado viejos todavía, y queda mucho por vivir e incluso por dar un giro inesperado y empezar de nuevo.
Como la vida misma, esta obra es un conjunto de piezas perfectamente encajadas, de proyecciones, de sombras, de iluminación, de música que acompaña a los movimientos de danza del actor, de hojas que también bailan en el aire y caen al suelo como los días pasan en nuestras vidas una vez han sido escritos y bailados. Una obra que hay que vivirla para experimentarla y sacar tus propias conclusiones.