Cuando mi abuela vivía me decía: «los jóvenes de hoy en día, no tenéis inquietudes y no queréis saber nada». Creo que si ella todavía hoy viviese estaría orgullosa de estos jóvenes y de esta obra de teatro. Leticia, Itxaso, Juan Carlos y David se han sumergido en la memoria histórica, en la historia de sus abuelos y abuelas, bisabuelos y bisabuelas con gran delicadeza, con sensibilidad y sobre todo con mucho amor y respeto. El recordar lo que pasó no hace mucho tiempo en nuestro país es una tarea complicada y difícil, pero Producciones Kepler, mediante esta obra y otras actividades paralelas que han estado haciendo, han buceado en esos silencios y en esos prejuicios y los han roto, lentamente.Es una obra llena de emoción, de esas que te tocan el corazón y de las que terminas llorando a mares; esas obras en las que la delgada línea que une tu corazón a la memoria se rompe constantemente con los muchos o pocos recuerdos que tenemos de nuestros mayores y lo que ellos nos han contado o no. Tan fácil que es recordar, pero tan difícil de decirlo en voz alta, ya sea por miedo, vergüenza…
En mi caso no conocí a mi abuelo y él no hablaba demasiado; todo lo que tengo de él, son retazos de su vida contados por mi madre, por parte de mi padre, no comentarios, así que a la única que podía preguntar era mi abuela y fue demasiado tarde cuando quise.
La escenografía, la iluminación, el vestuario e incluso los efectos sonoros forman el kit completo para poder viajar al pasado y hacerlo en un abrir y cerrar de ojos.Me ha encantado el modo en el que está narrada la obra, es como si nos la susurrasen al odio. Está contada de una forma tan íntima que es capaz de estremecer. Alaejos; Pocos y lejos es tan necesaria como respirar. Esta obra cambiará tu modo de pensar, y nada más salir del teatro querrás hacer preguntas y dejar de tener la mente en blanco.