Amor Verbenero es una comedia romántica de esas que llena cines porque salen actores famosos y de esas donde la gente come muchas palomitas mientras se ríe. No esperamos grandes intelectualidades porque no siempre hacen falta para ser feliz un ratito, para desconectar del mundo exterior, hemos venido a reírnos de lo universal, de lo que está ahí siempre pero necesitamos que alguien nos señale, de lo bonito y de lo ridículo del enamoramiento, de lo entrañable del paso del tiempo y de lo cerca que están a veces el no te soporto del no te vayas muy lejos, porfa. Y todo ello sin perder de vista el feminismo, la espontaneidad y la inteligencia.
Arántzazu Ruiz, también dramaturga de la obra, y Adrià Olay tienen una química evidente e innegable y una facilidad natural para la comedia, tanto en la palabra como en el gag físico, que a veces parece que casi lo estén improvisando. Vamos, que son graciosos hasta sin hablar, y eso es muy difícil.
Muchas cosas están haciendo bien si ya en el estreno el público está entregado, cantando con ellos, dando palmas y sufriendo en voz alta cuando los protagonistas se distancian más de lo que nos gustaría. Está claro que las historias sencillas, cuando están así de bien, se comen con patatas a algunas obras complejas.