Un Rey Lear crudo e impactante

Aribert Reimann: Lear

Aribert Reimann: Lear
01/02/2024

Los clásicos tienen un abordaje complicado, son tantas las versiones que están en el imaginario colectivo que es tarea difícil satisfacer a una mayoría del público en obras tan reconocidas. Sin embargo, a nivel operístico, Lear no es tan común. Aribert Reimann es un compositor alemán conocido por sus contribuciones a la música clásica contemporánea. Su ópera más famosa probablemente sea ésta, basada en la obra homónima de William Shakespeare.

La ópera Lear de Reimann se caracteriza por su intensidad emocional y su capacidad para explorar los aspectos más oscuros de la naturaleza humana, tal como lo hace la tragedia shakespeariana. He de reconocer que la musicalidad alemana versus la italiana, con una pronunciación más oclusiva, afecta también a la lectura de la ópera. Y hace aflorar, en este caso, la brusquedad y el frenetismo.

La música de Reimann se sumerge en la psicología de los personajes, utilizando armonías modernas y técnicas expresivas que recogen y profundizan en las emociones en la trama. Asher Fisch, en la dirección musical, maneja de forma sublime esta ardua tarea resaltando los matices de la partitura y guiando a los intérpretes para que la emoción llegue al culmen de la intensidad.

Bo Skovhus, como protagonista, domina la escena. Su presencia totémica es ineludible aún cuando está sentado en silencio. Skovhus nos presenta la vulnerabilidad que se esconde tras el poder y el ego, aderezado con una vejez inminente y un desprecio por parte de los más allegados, contribuyendo así a la intensidad dramática de la producción.

Calixto Beito hace una dirección de escena soberbia, magnífica, que no deja indiferente. Lo que separa a los humanos de los animales es la inteligencia emocional y Beito reduce a alimañas a los personajes que carecen de ella. Una vez más y desafiando las convenciones, Beito nos regala una estética visual excepcional. Destacar más allá del magnífico paralelismo que articula en escena con La Pietà de Miguel Ángel, la proyección final que me trasladaba inconscientemente a la escena del ojo en El Perro Andaluz de Buñuel. Su visión visceral hace que esta obra se eleve a un plano crudo e impactante, digno de admirar.

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