Maravillosa. El coreógrafo y director Jean-Christophe Maillot nos acerca un Romeo y Julieta desde un punto de vista completamente diferente al que estamos acostumbrados, una retrospección en flashback del sentimiento de culpa y desconsuelo desde la mirada de Fray Lorenzo, el religioso que une a la pareja de enamorados en matrimonio, desencadenando así la tragedia más internacionalmente conocida. Una combinación de danza clásica, neoclásica y contemporánea, puesta en escena con un gusto inmejorable y con una sensibilidad apabullante. La grandeza de los bailarines se constata en cada escena de la representación. Victoria Ananyan, con una técnica que DE-LEI-TA, da vida a una dulce y rebelde Julieta capaz de enfrentarse a su madre, una imponente y apasionada Lady Capuleto, representada por Mariana Barabás; y hago una mención especial a Alvaro Prieto, este bailarín madrileño que asombró al público con su fuerza, su carisma y su presencia, capaz de llenar el escenario de la Sala Roja él solo, en el papel de Teobaldo.
Con una escenografía y un vestuario propio de los montajes de ópera contemporáneos, parte de grandes estructuras lisas que limpian la escena de elementos innecesarios, remarcando así la pureza de los sentimientos de los enamorados.