Teatro trenzado con humor e inteligencia.

Castigo ejemplar yeah

Castigo ejemplar yeah
11/11/2017

Vamos a comenzar la crónica confesando que nosotros éramos de los que en una ocasión anterior nos habíamos sentido totalmente noqueados, perdidos, vapuleados y todavía no sabemos si ofendidos por el Universo de Íñigo Guardamino, pero extrañamente resueltos a dejar macerar toda aquella amalgama de ideas y esperar a mejor ocasión. Así que, cuando recibimos la nueva propuesta, se acrecentó la curiosidad ya que el tema que a priori presentaba nos parecía de lo más interesante: unos padres asaltan en plena noche el despacho del director del colegio de su hijo para destruir unos informes negativos sobre el alumno que provocarían su expulsión.

No es infrecuente la presencia de opciones apocalípticas, de libertad alienada, en la literatura universal: George Orwell, Aldous Huxley, William Golding, Kazuo Ishiguro integran una lista de visionarios que en períodos cuasimilenaristas observan sociedades de un mecanicismo que ya Marinetti avanzó en su manifiesto futurista. Esta presencia, latente e inquietante, del ojo supremo, del poder invisible, del miedo instaurado, modifica los comportamientos y asfixia la disensión. La libertad es un elemento disruptivo para los totalitarismos, tan amantes de la línea recta, el pensamiento único y el culto a la nomenclatura. El individuo sólo se contempla como elemento de un engranaje superior, de fácil reposición, aunque desde la más ilusa de las ilusiones privadas, se crea importante, atractivo, deseable… Un universo multiforme de apariencias, de gloria fingida, disfraza la gris preeminencia de la nada en sus vidas.

Se hace la oscuridad en la sala y sentimos cómo alguien se acerca. Son ellos. Llegan al despacho y a partir de ahí el mundo Guardamino te explota en la cara: cruel, sarcástico, atizando con un humor surrealista y mordaz que alivia la tensión. Continuar leyendo en  TRAGYCOM

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