Antes de que suene la última campanada

Cenicienta, el musical

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Cenicienta, el musical → Teatro Coliseum
07/10/2025 - Teatro Coliseum

El Teatro Coliseum apaga sus luces y el murmullo se calma. En ese momento, el reloj parece detenerse para que el cuento empiece una vez más. Pero esta vez, algo cambia: no estamos ante la Cenicienta que espera, sino ante la que decide cuándo y por qué volver a casa.

La versión que podemos disfrutar en el madrileño teatro de Gran Vía es la de Rodgers & Hammerstein. No encontraremos el hechizo de siempre, sino una trama en la que se aprecia la crítica social y el texto bien adaptado añade guiños de la cultura popular española. Así, esta nueva producción de Stage Entertainment, transforma el relato clásico en algo más humano y contemporáneo, sin perder de vista la magia. La dramaturgia logra ese difícil equilibrio entre el brillo del musical clásico y la profundidad emocional de una fábula moderna. El resultado es un espectáculo que respira belleza y conciencia a partes iguales.

En primer lugar, destacar las interpretaciones y voces de los personajes protagonistas: la ternura de Cenicienta, la calidez del príncipe, la potencia vocal del hada madrina o la presencia escénica de la madrastra. Los secundarios, como las hermanas, Jean-Michel, Sebastián o Lord-Pinkleton no se quedan atrás. También es de resaltar el trabajo que realiza el elenco coral en cuanto a voces, coreografías y movimientos sincronizados y precisos.

La escenografía cambia fluidamente, incorporando estas transformaciones en la propia coreografía del elenco por el espacio. Sin embargo, me resultó curioso el uso excesivo de proyecciones, que me sacaron del espectáculo por momentos. Otras soluciones escenográficas, como la calabaza o los perros, me parecieron más adecuadas y me sacaron una sonrisa que destilaba inocencia. El vestuario, por su parte, mezcla toques de cuento clásico con guiños modernos y un punto de sofisticación que recuerda al cine musical de los años 50. Las sorpresas en los cambios de vestuario de algunas protagonistas son verdaderamente impactantes y merecen el silencio y la posterior ovación que despiertan.

Uno de los detalles que más me agradó fue que pudimos ver en pantalla grande la dirección y el trabajo en directo de la orquesta, algo que a veces queda escondido en el foso y no se reconoce lo suficiente. De esta manera, el público puede apreciar que la vida propia de cada acorde que escucha proviene de una persona que respira ritmo.

Cuando llega la medianoche y el cuento debería acabarse, no lo hace. El mensaje de esta Cenicienta no es ser salvada, es ser escuchada y así cambiar su destino y el de sus congéneres. Esa es la verdadera transformación. Por eso, aunque el reloj haya entonado su última campanada, saldrás del teatro con la magia pegada en la piel. Un espectáculo con olor a clásico que hace nacer a mi niña interior y crecer a mi adulta reivindicativa.

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