La España de finales del siglo XIX era un terremoto. El fin de la era imperial, las defenestraciones monárquicas y primeras experiencias republicanas, «dictaduras y dictablandas» o el auge de los ideales de clase y los movimientos políticos obreros sacudieron a toda una sociedad que en pocos años quieren repensarse de arriba abajo .
Emilia Pardo Bazán, la escritora aristócrata, política y pionera del feminismo en la península, no querrá dejar escapar la ocasión de retratar esta sociedad convulsa desde el naturalismo, una corriente literaria casi documental que estaba introduciendo en el país. Pardo Bazán es mezcla con los humildes trabajadores de una fábrica de cigarros gallega para tomar referencias para su nueva novela, ‘La Tribuna’. Éste también es el mote de su protagonista, Amparo, una de los trabajadores de la fábrica de puros que no dudará en adoptar el liderazgo del movimiento obrero femenino por la dignificación del trabajo durante la crisis política que vivió el país entre 1868 y 1873.
Cándido Pazó dirige y adapta con la compañía Contraproduciones una genial aproximación –personal– a la obra de la autora gallega. Una historia escrita hace 140 años que hoy en día resuena con la misma actualidad en abordar temas como la sororidad, el feminismo, la responsabilidad afectiva, los derechos laborales o las luchas de clase. Es evidente que este siglo y medio hemos dado un paso adelante en los derechos sociales, pero la lucha y las preocupaciones son todavía las mismas.
La obra también difumina el protagonismo de Amparo y toma el nombre de todas las mujeres que salen a la obra, las cigarreras, con esta voluntad claramente testimonial. Tribuna es el motor, pero la historia es la lucha de todas. «Han sido todas las que salen pero no salen todas las que han sido», dice –más o menos– el personaje de Fina en una conversación con la autora. El elenco de intérpretes (Tamara Canosa, Susana Dans, Mercedes Castro, Isabel Naveira, Covadonga Berdiñas, Ana Santos, Ledícia Sola) brillan en conjunto en un montaje que, si bien viejunea en la puesta en escena, coge empuje hasta hacerte cantar el himno de las trabajadoras, de pie y con el puño en alto. La lucha sigue.