Como ya he contado en otras ocasiones, soy una orgullosa babyboomer: generación de la E.G.B., de Naranjito, de la merienda con Tulipán y del “A mí me daban dos” (aunque a mí jamás me tocaron dos Petit Suisses). Toda esta nostálgica introducción no es más que una excusa para contarte ¡que he vuelto al circo! En menos de un mes, y después de años sin pisar una carpa, la vida me «ha dado dos»: no dos postres ultraazucarados, pero sí dos oportunidades para asistir a los estrenos circenses TOP de la temporada: primero, “LUZIA”, del que ya hablé, y esta semana, “Circlassica. Leyendas de Asia”.
Tal y como sospechas, todos los números giran en torno a antiguas historias y leyendas de diversas culturas del continente oriental, dando como resultado un espectáculo precioso. Hace poco aprendí que existe una delgada línea entre la apropiación cultural y el respeto y la consideración a las tradiciones e historias de un país. En este caso, me atrevo a afirmar que “Circlassica. Leyendas de Asia” es un interesante homenaje que honra y exalta la cultura asiática, a través de números circenses de gran calidad.
A ver, yo de Asia sé más bien poco, así que es cierto que me pueden engañar fácilmente. Fue mi acompañante, una mico de 10 años, y gran amante de las culturas asiáticas, quien me puso los puntos sobre las íes: “Hay algunos errores en las leyendas que cuentan, pero en general es bastante acertado”, afirmó con rotundidad. El caso es que“Circlassica. Leyendas de Asia” resulta ser una inmersión icónica, musical y hasta olfativa en las profundidades de Asia, de principio a fin.
Nada más llegar, te vas a encontrar una antesala en la que hincharte a hacer fotos. Está repleto de rincones divinos para TikTok e Instagram. Te recomiendo que te acerques un ratito antes de la hora de comienzo de la función con la batería del móvil a tope de rayitas para hacer fotos y vídeos a destajo.
Ya en el escenario, el espectáculo te embriaga de belleza y de momentos muy “WOW”. Reconozco que en dos ocasiones tuve que apartar la mirada cagadita de miedo y rezando por los artistas en la pista. Hay números complejos, arriesgados, sin red, ni arnés. Adrenalina pura. Canela en rama.
Otra cosa que me llamó la atención fue la dentadura de la gran mayoría de los artistas. ¡Parece como si hubieran hecho una porra entre todos ellos para ver quién presume de mejor mandíbula! Estoy convencida de que más de un dentista se revolverá en su butaca. Y no te digo más, porque me niego a hacer espóilers.
Me veo en la obligación de mencionar dos cosas que no me gustaron. Por un lado, la grada. Es demasiado tendida y eso provoca que la diferencia de altura entre filas sea muy baja, lo que reduce notablemente la visibilidad. Mi pequeña acompañante tuvo la suerte de no tener a nadie, pero a mí me tocó intimar con la nuca del espectador de la fila de delante, mucho más de lo deseable.
Además, me sentí realmente incómoda en dos momentos en los que el payaso conductor del espectáculo «bromeaba» simulando dar patadas a gatos imaginarios para espantarlos. Creo que el público agradecería mucho que se prescindiera de este detalle de mal gusto y que empaña la magia del resto de la representación que, por lo demás, es sobresaliente.