Reconozco al lector que cuando me proponen ver una obra nueva, o de una pequeña compañía, y con un título tan sugerente como Con lo poco que me gustan los niños, me lanzo a la piscina sin pensarlo, confirmo mi asistencia ipso facto y rechazo la tentación de leer cualquier sinopsis o reseña. Prefiero que me sorprendan. Y en esta ocasión, ¡vaya si lo consiguieron!
Para empezar, la sala del Off Latina (¡No confundir con Off Lara, como hizo una servidora!) es una auténtica pasada. Teatro alternativo en estado puro, en lo que parece una vieja bodega del Madrid clásico.
La sorpresa más impactante llegó al finalizar la obra, cuando Lorena Cervantes, la joven actiz que encarna al personaje más loco, detonante de toda la trama, se delata como la productora, directora… y autora de la obra. ¡Cuánto talento en una sola persona! Quizá a la joven Cervantes le quedan años de perfeccionamiento, y aún no es excelente en todos los palos que toca, pero hay que reconocerle su valentía aventurándose en este proyecto artístico. Y también hay que admitir que le ha quedado una obra gamberra, divertida y perfecta para ver con una copa en la mano.
Mención especial merece Sara Andrés, que defiende de MA-RA-VI-LLA el personaje “serio”, pero necesario, en toda comedia. Calzada con las que creo son las zapatillas de andar por casa más horribles y aparatosas que he visto nunca, esta intérprete mantiene a raya a la protagonista y hace de perfecto contrapunto. Y no contenta con eso, además trabaja la tartamudez de su personaje de una manera hermosa y espléndida, regalando al espectador escenas cargadas de un humor a la altura de grandes comediantes.
¡Larga vida a esta nueva ola de comedia millennial! ¡Y mucho éxito a la joven compañía!