Los sótanos los miramos siempre con recelo y, a veces, hasta con asco. Son los rincones menos gratos, señoriales y risueños, aunque, en no pocas ocasiones, también los más canallas y divertidos, como el Pequeño Teatro Gran Vía.
Esas escaleritas a las catacumbas del teatro siempre me han transportado a un lugar especial, repleto de experiencias originales. Corta el Cable Rojo se suma a esa lista de buenas experiencias.
Lo más fascinante de este espectáculo de improvisación es que lograr hacer reír a personas de cualquier edad y nacionalidad. Se escucharon grandes carcajadas y risitas entrecortadas, y no hubo un segundo en que, mirase donde mirase, no viera a varias personas esbozando una sonrisa.
Los tres protagonistas me parecen genios. Resuelven algo muy difícil, con gran agilidad. Hace poco leí sobre una encuesta que revelaba que la mitad de los hombres consultados se veían capaces de aterrizar un avión en caso de emergencia. Total, la máquina te lo va diciendo todo, ¿no?
Me apuesto a que a mitad del show la mayoría de la audiencia también afirmaría ser capaz de llevar las riendas de este espectáculo. Carlos Ramos, José Andrés y Salomón resuelven con tanta maestría cada escena que nos confunden haciéndonos creer que algo tan difícil como es la comedia de improvisación parezca sencillo. Casi como pilotar una aeronave, vaya.
TE GUSTARÁ SI…
Es un show más que apetecible para amantes del stand up comedy, aunque no sea propiamente un monólogo. También lo recomiendo a gente vergonzosa en plena terapia de “destape”.