Alicia Tomé y Rodrigo Arahuetes son los protagonistas de Death and Dancing. Un texto de esos que me gustan, de los que te explota la cabeza y te incomoda porque sabes que todo lo que dice la obra tienen razón.
Alicia y Rodrigo son dos actores con fuerza, garra y soberbios. Creo que se complementan y no se eclipsan estando los dos sobre el escenario, pero cuándo les toca alzar la voz, ser protagonistas de esa escena o dar un golpe de la mesa si que se nota quien lleva el discurso, quién es el personaje que será nuestro pepito grillo.
Todos necesitamos encajar en este mundo y, al mismo tiempo y con el paso de los años huimos de los estereotipos, pues en el caso de Max (Alicia), creo que nos da una lección de autenticidad, de ser ella misma, de expresarse sin medias tintas y al mismo tiempo de querer conectar con alguien, que en este caso es el personaje que interpreta Rodrigo.
Los dos personajes viven mil aventuras, se cuestionan, se enfadan y hacen que todo salte por los aires.
Death and Dancing tiene un texto complejo, completo y lleno de texturas y distintas formas de acercanos a él, puesto que tiene críticas contra heterosexuales, gays, lesbianas, etc.
Sin herir sensibilidades, ni sentimientos.
Es una obra que empieza de una manera peculiar y termina de la misma forma, pero con el inicio me costó un poco meterme en la historia y con el final, simplemente, me dejé llevar y me dejé arrastrar por las palabras de Alicia y Rodrigo en sus sendos personajes.
Es una obra que navega entre muchos géneros y no se puede catalogar de ninguna manera, pero es un texto valiente y que necesitamos oír, aunque sea en boca de otros.
Un viaje a través de una amistad atípica, sin reservas y sin filtros.
No os puedo explicar demasiado, pero os va a dejar como un run run en vuestro cerebro.