Una sociedad a la que no se le permite alzar la voz, en la que las charlas en público están vetadas, donde la gente anda anestesiada por la vida, que piensa que lo que hace todo el mundo es lo correcto por el simple hecho de ser lo que todo el mundo hace, donde lo de pensar con independencia está descartado, donde nadie mira a los ojos a nadie… ¿nos suena? Pues ese es el mundo «inventado» por Guy Foissy en Dirección Gritadero y que Paula Castellano ha querido poner en escena para su primera dirección.
La espera desespera, y si no que se lo digan a ellas, a estas tres mujeres divertidas, confundidas, insatisfechas, desequilibradas, aterradas, atrapadas en un «esperando a Godot» en toda regla, solo que aquí el tal Godot viene en autobús. Mientras, aguardan conteniéndose las ganas, rellenando globos con la hiperventilación de sus gritos y atisbando que realmente está en las palabras, y no en los gritos, el desahogo que buscan.
Un espacio vacío, lleno de globos desinflados, ¿seña que indica el tiempo que llevan sus protagonistas atrapadas en su espera?, unas luces que nos empujan a la escena como parte de la historia o que nos dejan mirando a través de la membrana de la cuarta pared, un texto brillante, repleto de reflexiones chispeantes, contundentes, rabiosamente actuales y tres fantásticas actrices, Cristina Acosta, Amanda Recacha y Ana Varela, entregadas a esta dosis de surrealismo de ritmo creciente, entre lo divertido y lo desesperanzado, chapoteando a placer en el absurdo, nos invitan a posicionarnos, a cambiar de bando, a cuestionarnos, a identificarnos con este mundo paralelo tan posible. Lástima que el globo que van inflando a lo largo de la función, y que esperamos que reviente con un fuerte estallido, acabe desinflándose en una resolución dejada en manos del público que, desconcertado, no sabe cómo rematar. ¿Figura así en el texto original? Lo desconozco. Ante la duda, me quedo con un pensamiento: ¿No es tiempo ya de dejar de esperar inflando globitos?