Tratar de hacer una versión teatral de La Regenta es un reto extraordinario, casi imposible se diría a priori. Ante todo, porque quien quiera hacer esta transformación de géneros literarios se enfrenta ante el problema de tener que calibrar hasta dónde le es lícito modificar una pieza considerada unánimemente obra maestra. Y luego resolver problemas técnicos: qué personajes mantener y cuáles eliminar del centenar que aparecen en el texto original, o qué hacer con el narrador, cuya presencia es tan importante en la obra de Clarín, o cómo reducir las más de 24 horas que se tardan en leer las aproximadamente mil páginas que tiene la novela a las escasas hora y tres cuartos que dura la función.
Eduardo Galán ha hecho un meritorio trabajo de adaptación y toma algunas decisiones muy acertadas, como la de mantener al narrador como un personaje más. Su versión consigue que el espectador pueda entender lo esencial de la trama, aunque inevitablemente se haya dejado de lado el rico mundo interior de los personajes, sus dudas y sus contradicciones, precisamente donde estriba en gran medida el valor de la novela y que hace que los personajes no se vean como volubles marionetas.
Las decisiones que ha tomado la directora, Helena Pimenta, pueden convencer más o menos a los espectadores, desde la elección del elenco y la dirección de actores hasta la escenografía, el escenario o la iluminación. Entre los actores destacaría tres: Francesc Galcerán, que dobla papel con Don Cayetano y Frígilis, Joaquín Notario, en el papel de Víctor Quintanar (que siempre está bien, pero está excelente en la parte final) y, Pepa Pedroche, sobre todo, Pepa Pedroche, la dominante, manipuladora e inflexible madre de Fermín de Pas.