El bar que se tragó a todos los españoles es una comedia dramática o un drama cómico (según se mire) de Alfredo Sanzol que se puede disfrutar en el Centro Dramático Nacional. La obra, que gira en torno al tema de la memoria y la identidad, nos cuenta la historia de una joven interesada en reconstruir el pasado de su padre, Jorge Arizmendi (personaje inspirado en el padre del propio Sanzol), un cura navarro que en los años 60 (con el Concilio Vaticano II) decide dejar el sacerdocio para emprender una nueva vida. En sus casi tres horas de duración asistimos a la odisea personal de Jorge, empeñado en conseguir alcanzar sus sueños y la mano de la mujer a la que ama. En su periplo por diversas ciudades, el «bar» (como en una sitcom) termina siendo el escenario de descanso, encuentro y reunión, al igual que sucedía en las ventas por las que pasaba aquel hidalgo manchego de cuyo nombre no quiero acordarme. La obra, pese a que en algún momento pierda verosimilitud y credibilidad por unos diálogos demasiado grandilocuentes/retóricos/trascendentales, se caracteriza por la elegancia escenográfica y de vestuario al igual que por una calibrada y comedida emotividad en esa búsqueda por alcanzar la verdad.
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