En la celda de una prisión Valentín y Molina, dos seres muy distintos, se ven obligados a coincidir por diversos motivos: uno por razones políticas y otro por homosexual y corruptor de menores. En lo alto del escenario, una jaula actúa como trasunto de ambos personajes. Es precisamente esta una obra donde operan los juegos de espejos a través de la dicotomía entre el plano real y el metafórico, la verdad y el deseo. Como una nueva Scheherezade, Molina teje la fantástica historia de Irena, la mujer pantera (a partir de la película de serie B de Jacques Tourneur), para escapar de la cruda realidad o, mejor dicho, para poder comprenderla y asimilarla. Cada noche, su narración se ve interrumpida en un momento crucial de su trama, dejando expectante a su compañero y también al público, quien intuye que, detrás del ocio, se esconde una verdad más profunda que afecta al destino de sus dos protagonistas. Desde los orígenes de la humanidad, la ficción ha sido una de las formas escogidas para afrontar la realidad. Rapsodas, juglares, trovadores, figuras surgidas para hacer más amena la vida. Obedece esto a un instinto que hace que podamos hablar del homo narrator, papel que asumiría luego el cine. Terenci Moix o Giuseppe Tornatore con su Cinema Paradiso son quizás los que mejor conecten con el espíritu de Manuel Puig (autor de la novela en la que se basa este montaje), artistas cuya mitomanía hacia el séptimo arte les llevó a elevarlo al olimpo de las grandes ficciones clásicas.
Eusebio Poncela aporta la comicidad al dramatismo de Igor Yebra y, a medida que avanza la historia, los dos protagonistas se ven influidos mutuamente. Una obra tierna para los amantes del cine. Maravilloso el tema de Vera Lynn escogido We´ll meet again como broche final a esta atípica y hermosa historia de amor.