Quedan los últimos dos días para cerrar el telón del nuevo trabajo de la dramaturga, Laia Ripoll, El caballero incierto en la sala pequeña del siempre acogedor Teatro Español. Basado en un personaje de la novela La carne de Rosa Montero, el texto se plantea como un monólogo bicéfalo interpretado por Silvia de Pé, que hace, al mismo tiempo, de una mujer de finales del S.XIX y de un hombre que habita solo en su cabeza, mostrando a golpe de cortinas que se abren y se cierran cómo la intérprete va pasando de uno a otro disfraz, literalmente poniéndose un traje y quitándose la peluca o enfundándose un vestido de volantes teñido de luto, mientras cambia su acento, su personalidad, su discurso, habla con su sombra, con sus propios pensamientos y nos deleita, a todo esto, con un despliegue de recursos que acaban con una actriz extenuada cuando llegan los tan merecidos aplausos. Es difícil aceptar el reto de un monólogo, pero con un cambio de registro tan dramático, extremo, a lo largo de una hora frenética, este no es sino un diez en clave interpretativa que nos demuestra, otra vez, la cantidad de talento que rueda por las tablas madrileñas. Hurra, siempre, a Silvia de Pé.
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