Si eres de las mías y estás acostumbrada a ir por la vida con las gafas de color morado (las de feminismo tolerante y tolerable) te recomiendo que veas “El día más feliz de nuestra vida”, la propuesta de Valquiria Teatro en el Teatro Quique San Francisco. Casi con total seguridad entrarás en shock. Si además has sido educada en un ambiente católico apostólico que, como a mí, se te iba haciendo bola a medida que te crecían los pelillos de las axilas, tienes el ictus casi asegurado. ¡Menudo repasito a la educación que recibimos muchas de nosotras! Eso sí, edulcorada con buenas dosis de comedia.
He pensado mucho sobre esta obra después de verla y mi conclusión es que viene a ser como el recordatorio de una vacuna: un poquito de mierda que te inyectas voluntariamente para remover todo el cuerpo y salir más fuerte. Esta obra me hizo revisar las creencias y conductas que nos obligaron a tragar, convulsionar un “muchito” todo el cuerpo y ayudarme a tomar conciencia de la mujer en la que me he convertido. ¡Cómo tiene que ser vivir sin tanta culpa!
Me he puesto muy profunda. Perdona. Todo este rollo para decirte que el texto es divertido, a pesar de que toca un tema que ha hecho mucha pupita a tantas y tantas personas y, en especial a las mujeres. Es una obra bien planteada, bien dirigida y muy bien interpretada.
Ignoro si se han documentado en profundidad para reflejar con rigor histórico la personalidad y circunstancias de las cuatro mujeres protagonistas, pero tampoco es relevante porque, en cualquier caso, la combinación de los personajes y su evolución resulta creíble e interesante. Por un lado, está la hermana que teme pecar con cada cosa que dice o hace. En el otro extremo, la que ve pecado en todas partes hasta resultar insoportable. La tercera viene a ser la clásica hermanita “tocanarices” que incordia sin parar por el mero placer de ver sufrir a sus semejantes. Entendí que la cuarta hermana sufría de algún tipo de discapacidad y, desde mi punto de vista, no aportaba demasiado a la trama.
No voy a mencionar cómo evolucionan porque es precisamente ahí donde está la “chicha” de la obra, el salseo, para que me entiendas. Y yo no hago espóiler. Lee la sinopsis y, si te pica la curiosidad, tiras de tarjeta y vas a verla.
Te va a gustar: si no te dan pereza las obras ambientadas en los tiempos del No-Do, si te sabes el “Jesusito de mi vida” y de pequeña en tu habitación no faltaba una de esas figuras virginales que brillaban en la oscuridad y no se podía apagar. Gafas moradas “on” y ¡a disfrutar!
