Con un mensaje tan motivador “Nada es imposible” como eje central del espectáculo, el Mago Pop se marca un espectáculo que nos mantiene con los ojos como platos desde el comienzo hasta su apoteósico final. Un viaje hasta su infancia donde conoceremos al Antonio Díaz que comenzaba a hacer sus primeros trucos, con su madre como único público, y con la promesa de que algún día volará, sirve para hilar cada uno de los juegos y trucos que se suceden a lo largo del show.
Una puesta en escena efectiva y sorprendente, no voy a desvelar nada para que quien vaya sienta el asombro de la primera vez, acompañada de un sentido del humor blanco, aunque con su puntito corrosivo, y una sensación del “más difícil todavía”, hacen de Nada es imposible un espectáculo completamente recomendable para todo los públicos.
Hay momentos para la magia de cerca, para la participación del público y para los números espectaculares y colectivos. Confieso que en más de una ocasión me costó contener el grito de asombro, en otros me arranqué a aplaudir con entusiasmo desaforado e incluso se me escapó alguna lágrima emocionada al descubrirme realmente sorprendido, sin comprender, pero viendo que delante de mis narices estaba sucediendo.
Quizá el exceso en el uso de la pantalla, imprescindible por otro lado para números de magia de cerca en un recinto tan grande, me hacían mirar algunos juegos con cierto escepticismo, pero las tablas y la inteligencia de Antonio Díaz hacen que, como buen mago, sepa “sacarse de la chistera” un giro inesperado que logre hacernos volver a creer.
Si viéndole en la televisión ya es asombroso, sobre un escenario el Mago Pop es sencillamente espectacular.