En un panorama escénico actual repleto de obras de teatro que hablan de actores, ‘El proceso’ llega para despuntarse marcando un tono único que mezcla lo colectivo y lo individual, lo superficial y lo humano de la profesión. Paula Guida escribe con mimo un libreto que Alberto Sabina dirige notablemente, dotándolo de matices y simbología y con una puesta en escena sencilla, pero efectiva. El texto desnuda el oficio del actor y muestra sus vergüenzas para hacerle un homenaje sincero, conmovedor y muy divertido.
Cuatro personajes, a priori «fracasados», dan vida a este grupo que va a intentar sacar adelante una obra de teatro, como tantos lo han intentado y lo intentarán, aunque esta vez (¡increíble!) con subvención: Leo (Lucas Tavarozzi) un director sin mucho éxito, Sara (Paula Guida), una actriz que nunca triunfó, Roberto (Pedro Moreno), un joven e ilusionado actor principiante y Fran (Antonio Reyes), un actor ya consolidado. Desde el inicio de la obra el ritmo y las carcajadas están aseguradas al igual que las buenísimas interpretaciones de sus actores, quienes conforman un casting simplemente perfecto.
Pero el proceso de levantar una función no es fácil y las viejas heridas de los protagonistas desatarán el caos en los ensayos poniendo el resultado final en peligro. De esta forma, la obra refleja cómo el teatro es solo la excusa para enfrentarnos a las inseguridades y los fantasmas que todos llevamos dentro, pero también ese espacio seguro y mágico donde todo es posible. Lo importante siempre es el camino, no la meta, aunque, en este caso, el final de ‘El proceso’ te dejará con la boca abierta.
