El año que viene se celebrará el 20 aniversario de la llegada a Broadway de Simba, Mufasa, Scar y el resto de personajes de una película de animación que había arrasado tres años antes, El rey león. La verdad es que adaptar la cinta de Disney comportaba un auténtico riesgo, pues los protagonistas eran animales y la estética estaba demasiado condicionada por los dibujos, el merchandising y todo lo que supone un fenómeno de este tipo. Sin embargo, la banda sonora del filme ya era tan poderosa que bien merecía apostar fuerte y crear un musical completo que gustara a todo tipo de público. Ahí llegó Julie Taymor, una directora que reiventó la iconografía del filme y creó un espectáculo en el que el trabajo de escenografía, pero sobre todo de vestuario y marionetas, acaban siendo absolutos protagonistas. Todo ello contribuyó a crear uno de los espectáculos más longevos de Broadway, y el que más recaudación ha conseguido en toda su historia.
La versión que se representa en Madrid desde hace cinco años es una réplica exacta y precisa del original. Su envergadura y su fabuloso montaje han impedido que pueda salir del Teatro Lope de Vega, pero eso no ha restado público ni satisfacciones a sus productores e intérpretes. Unos intérpretes, por cierto, que han ido rotando pero que han dado siempre actuaciones de gran calidad musical. Y es que este show, además de su gran empaque y a pesar de su carácter eminentemente infantil (hay muchas partes clarísimamente orientadas a los más pequeños), destaca por esa partitura original de Tim Rice y Elton John, ampliada posteriormente por Hans Zimmer, Lebo M., Mark Mancina, Jack Rifkin y la misma Julie Taymor. Un auténtico lujo, del que destaca su obertura monumental, quizás uno de los mayores hitos del musical moderno.