Hay un momento en la obra ‘El ruido de Júpiter’ en el que el personaje femenino dice: “Este texto es difícil” y se emociona mucho. Ocurre casi al final y es un momento precioso en el que el público tiene la suerte de ver a la vez al personaje y a la actriz que lo interpreta. Ella es Elisa Arbesú (dramaturga también), que comparte escenario con Rodrigo Arahuetes. Juntos realizan un trabajo complejo, detallista y conmovedor sobre el suicidio, entre otros asuntos.
Acostumbrada a ver montajes grandilocuentes y alejados de un tema tan tabú como este, la pieza se acomoda en un espacio sincero a la vez que arduo en cuanto a texto. Y la dirección de Manuel Muñoz y Ana Muñoz le sigue muy bien el juego, ajustándose a lo que lo pasa en una habitación de hotel, entre dos personas y con el resto del mundo. Por si esto fuera poco, Verónica Almeida hace una maravillosa aparición en el momento justo, descargando un humor que no se espera, pero que el público recibe con agrado y acepta como necesario en la historia.
Disfruté, me emocioné y pensé mucho sobre este par de personajes que pueden estar presentes más allá de la puerta del teatro.