La comedia es el caramelo envenenado que usan los más grandiosos escritores. La vaselina con la que nos la meten hasta el fondo. Pablo Remón es un mago y un genio del texto dramático. Y aquí, con «El tratamiento» nos cuela una que no veas. Porque te descojonas con esas situaciones descabelladas, con esos diálogos de despotorrarte, con las caras de Francesco, con la espontaneidad de Francisco Reyes, con el currazo de todos. Pero lo que está haciendo es meternos un gol por tol morro. Porque de lo que habla es de la fragilidad de los recuerdos, de la brevedad de la vida, de la realidad y del deseo. Y es que es cierto que «hay menos recuerdos que personas» . Pero porque cada día desaparecen personas en silencio, sin ruido, como Cloe, Ellos no están, pero quedan sus recuerdos. Los de algunos, los de los que recordamos. ¿Cuántas personas han pasado por tu vida y cuántos recuerdos han dejado?
De lo que pudo haber sido y no fue, de lo que realmente fue, de lo que nunca fue, de lo que nos habría gustado que fuera, de lo que creemos recordar que fue y de lo que nunca fue. De todo eso habla «El tratamiento». Contado como si fuera cine. Cine dentro del teatro, teatro dentro del cine. Vida dentro del cine y vida de teatro.
Prodigiosa escenografía de Mónica Boromello y luces mágicas de David Benito cobijando esta historia desgarradora sobre el peso y el paso del tiempo, lo que nos hace y lo que nos deja.
Entre risas, entre carcajadas, entre coñas, pero Pablo Remón nos cuela una de las historias más amargas que recuerdo. Y con un par de momentos de un lirismo DES-GA-RRA-DOR.
Y es que la vida es sólo un momentito.
Otro exitazo de Kamikaze, que paso a paso siguen demostrando ser la mina de TEATRO de Madrid. Donde mejor teatro se ve. Así, chimpún.
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