La Calórica ha vuelto a acertar. E23l grupo vuelve a la comedia… aunque sea con regusto amargo y un mensaje poco alentador. A pesar de no haber visto todos sus montajes, creo que con esta pieza se ha conseguido la excelencia y se han condensado todas las virtudes del grupo, y sobre todo de sus dos principales artífices, Joan Yago e Israel Solà. Para empezar, aplaudo la acotación del espacio -aquí reducido a un pequeño escenario donde caben una mesa y cuatro sillas-, la precisión de los diálogos y la dirección ágil y vertiginosa. Es cierto que a veces el ritmo atropella incluso a los actores, provocando tropiezos o pequeños desajustes. Pero precisamente los actores son el otro gran baluarte del espectáculo. La profesionalidad y la comicidad de Aitor Galisteo-Rocher, Xavi Francés, Queralt Casasayas y Vanessa Segura nos brindan un cuarteto irrepetible, donde cada uno de ellos nos muestra una faceta de este entrañable grupo de emprendedores: el entusiasta, el creativo, la idealista y la pragmática. Todos ellos emprenden una aventura imposible que se reduce a la brillante e hilarante idea de… Bien, mejor me callo, y mejor que no os expliquen gran cosa. La sorpresa también forma parte del espectáculo y el momento en que se explica la citada idea empresarial es de los más divertidos que recuerdo en un teatro, desde hace años.
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