Fariña es al teatro lo que la película Parásitos al cine. Me he reído, he dado palmas y me lo he pasado en grande, pero llega un momento de la obra en el que pienso: ¡Qué estoy haciendo! ¿De qué me parto de risa? Y la realidad me golpea y caigo de bruces, como cuando te tiras al mar y la marea baja y de repente, te golpeas.
Conozco a Tito Asorey de anteriores obras de teatro y siempre es capaz de sorprender al espectador por la estética, por los cambios de ritmo, por las distintas formas de narrar una historia, pero lo que podemos ver en Fariña es otro nivel. Siempre he dicho que menos es más, pero en esta ocasión, me retracto de mis palabras y diré: ¡Chapeu!
Todo el escenario es como si fuese un barco y el elenco los capitanes, pero es que ese escenario es increíble y juegan con recursos tan variados como: luces, música en directo, bailes,etc. Todo con acento gallego, todo con morriña, todo deliciosamente ejecutado.
Marcos Pereiro, María Vázquez, Sergio Zearreta, Víctor Duplá, Cristina Iglesias y Xosé A. Touriñán forman un elenco increíble. Son hombres y mujeres orquesta, polifacéticos, y que juntos reman en la misma dirección, juntos nos hacen disfrutar, nos hacen reír y nos harán reflexionar.
Hay varios momentos en los que la piel se me ha puesto de gallina, en los que el silencio sepulcral que había en el teatro era abrumador.
Fariña es de esas obras de teatro imprescindible. Un paseo por el pasado, un paseo por la memoria y por nuestra historia no tan lejana, cuidada con detalle, con mimo y respeto.
¡Felicidades por una obra valiente, sin tapujos y maravillosamente ejecutada!