Al principio, juegan al despiste: ¿Tiene esta obra algo que ver con Rusia? ¿Sucede en Estados Unidos? ¿Importa eso? ¿Qué pintan un uruguayo que habla rápido, un gay catalán o una vieja andaluza en todo esto? ¿Es esto la risa por la risa? A esta última, acabamos respondiendo que no. Porque hay mucho más.
Gólosa tiene muchas capas. Habría que verla más de una vez para verlas todas, o eso es lo que entiendo en el coloquio final con la compañía: hay cosas que se me han escapado, pero no soy la única. Que la obra no acabe con el aplauso final, igual que las pelis que no acaban en los créditos, sólo puede ser bueno.
Creo que lo más importante que hay que decir es que es divertidísima y muy disfrutable. Mucho. Brilla especialmente por su versatilidad Víctor Castilla, que lo hace todo y todo lo hace bien. Hay escenas absolutamente memorables como la de la parada del autobús. Y sorprenden por su originalidad decisiones narrativas del dramaturgo y director, Ángel Velasco, como que todo esto nos lo cuente una muerta. La muerta. En directo. Una (de tantas) mujeres víctimas de violencia machista. Y que además, opine.
Sin perder la comedia en ningún momento, asoman reflexiones y momentos duros sobre todo hacia el final. Que, sin spoilers, no nos lo esperábamos pero por fin nos da algunas respuestas a las preguntas del principio.
Es entretenida, es graciosa, es más profunda de lo que parece y encima tiene música en directo, de la mano de María Luisa Tomás. Poco más se le puede pedir a una primera obra de un autor y director que promete.