Un monstruo deforme se recluye en un rincon de un cementerio, a salvo de miradas y palabras que hieren.
Una joven encuentra a un hombre escondido en un rincón de un cementerio.
Una joven que acaba de perder a su hermana necesita un amigo.
Un monstruo no quiere amigos, no necesita amigos.
El monstruo desprecia a todos aquellos que le desprecian. El monstruo desprecia a la joven que no desprecia al hombre.
Las personas pueden convertir a un hombre en un monstruo, tan temeroso de seguir siendo herido que prefiere la soledad y la locura al amor. El amor es peligroso, el amor hiere, la locura es lo conocido, le hace sentir a salvo. Pero el monstruo es un hombre y el hombre necesita amor. Y el monstruo se transforma en el hombre que la joven ve. Pero el amor duele……
Puesta en escena simple, pero muy efectiva.
A destacar el tremendo trabajo corporal del monstruo: Ramón Nausía