Random. Es la mejor palabra «modernita» que se me ocurre para definir esta obra, sin que sea eso algo malo, sino entretenido, curioso, divertido, y sobre todo diferente.
Asistimos a una sucesión de escenas en principio sin aparente conexión, donde cuatro actores interpretan más de cuatro personajes, pero que poco a poco van teniendo sentido juntas. La precariedad, la maternidad, la ansiedad, las relaciones, los jóvenes culturetas, la homosexualidad, unas vacaciones en Costa Rica o un poquito de feminismo, entre otro montón de cosas que parece que no tienen nada que ver con nada, pero en realidad sí.
Lo absurdo se apodera del texto, de la puesta en escena, hasta el director participa y más que provocar en el espectador un «no entiendo nada», provoca una risa sin sentido. Destacan entre los cuatro jóvenes intérpretes un versátil Eduardo de Rodas, que hasta sorprende cantando, junto a Alejandra Martínez de Miguel, que parece que lleve toda la vida en escenarios, que desborda naturalidad, tranquilidad y seguridad cuando mira, cuando espera, cuando escucha.
Llama la atención la escena de acción hacia el final, donde convierten el teatro en lo que siempre fue: un juego de niños pasándoselo bien. Quizá no es la obra más profunda de la cartelera teatral madrileña, aunque consigue lo que pretende, que es hacer reír y entretener. Que también nos hace falta quitarle un poquito de peso a tanto ataque de ansiedad.