Siempre se cuenta la Guerra Civil española desde el drama, porque es lo que fue. Como mucho, desde un enfoque, quizá, más político. En esta obra están ambas cosas pero también inesperadamente un cierto tono cómico. Porque Hemingway la cubrió como corresponsal en Madrid siendo extranjero. Lo que significa que, al mismo tiempo que presenciaba las atrocidades del bando fascista, también se fascinaba por los taxistas españoles que iba conociendo, la mujer con la que se reencontró en el hotel Florida, donde se alojaban los más famosos periodistas y con la que vivió un romance mientras fuera caían bombas. Parece mentira que algunas situaciones en tiempos de guerra puedan resultar absurdamente divertidas según cómo se cuenten.
Jose Fernández hace un trabajo espectacular, solo en el escenario, interpretando a un Hemingway que te pone la piel de gallina cuando describe escenas concretas vividas en Madrid en la primavera del 37 o a ese mismo Hemingway haciéndose preguntas sin sentido que provocan las risas del público. Mario Hernández, autor del texto, ha cuidado hasta la última coma de esta adaptación de los textos del propio escritor.
Es una maravilla poder ver obras pequeñas pero tan significativas como esta, es importante que no se deje de hablar de lo que vivieron estas calles que pisamos.