Seguro que si piensas en ventriloquía se te vienen a la cabeza José Luis Moreno o Mari Carmen y sus muñecos, ¿a que sí? Pues bien, borra esa idea de la cabeza… Porque el show de Jaime Figueroa es otra cosa.
Según cuenta en el espectáculo (espero que sea ficción), cuando era pequeño todo el mundo le decía: «Cierra la boca» y, entre risas y en forma de canción, narra cómo ese fue el inicio de su carrera como ventrílocuo. Un arte que domina a la perfección, ¡desde luego! Es increíble ver cómo con los labios totalmente sellados es capaz de darle vida a diferentes personajes y cantar en todos los registros.
Pero, sin duda, lo que más me sorprende de la obra es la originalidad y la delicadeza con la que está creada. Durante 90 minutos Jaime va hilvanando la ventriloquía con humor, música y magia, creando una atmósfera onírica de la que nunca quieres despertar. Inventa historias a partir de una simple caja o un megáfono, y es capaz de hacer que las vivamos junto a él.
Un espectáculo en el que ninguno de nosotros podríamos ser ventrílocuos, porque es imposible cerrar la boca entre las risas, el asombro y la emoción.