Desde que Pedro Muñoz Seca estrenara La venganza de Don Mendo en 1918, hace poco más de un siglo, esta se ha convertido por derecho propio en una de las cuatro obras más representadas de nuestro teatro patrio. Este magnífico montaje de José Saiz se mantiene extremadamente fiel al texto original, pero además incorpora algún número musical que añade frescura a una pieza, ya de por sí sobresaliente. Cada uno de los actores están fenomenales en los personajes que encarnan: la «pura» Magdalena, el cornudo duque de Toro, la decidida Azofaifa y otros tantos igual de memorables.
Las acciones se suceden a un ritmo endiabladamente vertiginoso que apenas deja tiempo para tomar un respiro, solo para aplaudir.
Tanto en la canción que abre el espectáculo como en la que lo cierra se hace una declaración de intenciones: divertir y hacer desconectar por un rato de todas esas pantallas de nuestros teléfonos móviles que tanto tiempo nos roban a veces. ¿Lo cumple? La respuesta es un rotundo SÍ.
Cuando el texto es brillante y las interpretaciones también, apenas se requiere nada más. La escenografía, sustentada en la presencia de unos cubos, nos hace imaginar cada uno de los espacios y encaja a la perfección en el conjunto de la función.
De igual manera, la maestría del verso con esos ingeniosos juegos de palabras y un colorido vestuario logran trasladarnos a una Edad Media deliberadamente naíf donde todo resulta divertido de principio a fin. Atrás quedan los excesos románticos que tan bien conocía Muñoz Seca y que por eso mismo pudo parodiar. Obra que rebosa optimismo cien por cien recomendada para todo aquel que quiera reír.