Con referencias a Jon Cage, Antígona, La casa de Bernarda Alba, Woyzeck, El gran Inquisidor, La vida es sueño o Tres hermanas, y con el broche de oro para el cierre de Hamlet, la obra Silencio parece, sin duda, una de las claves que vertebra esta temporada de teatro, que roza ya su ecuador. La obra es un monólogo grandioso, interpretado con una inigualable perfección por Blanca Portillo, que sabe llenar sin carencias ni dudas, nada más y nada menos, que el escenario de la sala principal del Teatro Español. Sin grandilocuencias, con una generosidad y naturalidad infinitas, el tándem que ejecuta de la mano del dramaturgo y director de la pieza, Juan Mayorga, roza la perfección en sus 100 minutos de duración. Con una versión del texto cercana a la que pronunció Mayorga cuando tomó el sillón M de la Real Academia (RAE), su discurso titulado con el mismo nombre es pronunciado con una Portillo en frag, repeinada, dirigiéndose a una audiencia que la observa tan perpleja como emocionada. No cualquiera en los tiempos que corren llena una sala de teatro al completo, ni logra que todo el patio de butacas se ponga en pie a ovacionar el reflejo de la esencia personificada del arte del teatro.
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