Juana La Loca es uno de esos personajes ricos para la dramaturgia por sus idas y venidas al que cualquier actor le gustaría asomarse. Es el Hamlet a la española. En esta ocasión es Nicolás Pérez Costa el que mediante un monólogo cuenta la vida de Juana de Castilla y muestra cómo se convierte en Juana La Loca; esa faceta de la reina que todos conocemos y tanto nos han explicado.
Sin embargo, hay otros personajes que rodean a la protagonista y que el propio actor se encarga de presentarlos con simples golpes de luz y con su propio movimiento, lo que consigue que sea una obra interactiva y gestual. Pocas veces un actor cuenta tantas cosas con un único elemento.
Visualmente el montaje es muy atractivo. La transición de una escena a otra es muy fluida, no hay parones en la obra, es decir, el propio guión y la dirección de Pepe Cibrian Campoy marca la unión entre escenas sin que esta se haga de una manera brusca para el espectador. El aspecto grotesco y fantasmagórico que tiene Juana también es clave para que esta pieza tenga sentido en el escenario y se vea el tormento que sufrió la “reina”.
Sí que es una propuesta simple a la vez que moderna, pero a veces lo más sencillo es lo que más trabajo y empeño requiere, y esta función lo confirma por la complejidad del propio texto y del personaje. Finalmente, sí que engancha y logra que todo el público tenga empatía con ella y vea que su mundo no es tan lejano del nuestro.