Aceptar al diferente es una cuenta pendiente en el mundo entero. Quiero decir, no «aceptar», porque no hay nada que aceptar, sino obviar, no dar importancia a lo que a cada uno nos hace especiales. El arco iris tiene siete colores, pero el mundo, el Universo, tiene millones, uno por cada ser vivo.
En la España negra (la del dictador, la de F. Franco, no la negra de ahora) la tiranía circuló a sus anchas en todas partes y llegó a todos los rincones. Desde las instituciones, a la «cultura» o a los pueblo más pequeños, en los que «marcar territorio» era signo de poderío y testosterona.
Mario (Nacho Guerreros) tuvo la desgracia de nacer en esa época negra de la Historia de la piel de toro y en un pueblecito. Ahí comenzó su calvario sencillamente por ser, sentir e incluso por intuirse distinto. Distinto, no diferente. Distinto a lo más frecuente, no diferente. Único y libre, no diferente. Pero ya se encargarán los demás de hacerle sentirse raro. Hasta que un encuentro fortuito le enseñará le camino de la dignidad y la valentía. Dorín (Kike Guaza) será su hada madrina y su ángel de la guarda.
Conozco gente que vivió eso mismo y de corazón creo que sus vidas han sido de las más maltratadas de esta nuestra sociedad muda, la que miraba al sol a la cara. Ser señalado es duro, te convierte en carne de cañón. Pero serlo en los años más duros e incultos de un país atemorizado y atenazado te convertía directamente en el cordero destinado al sacrificio.
Todo el equipo de «Juguetes rotos» está en estado de gracia, pero sería injusto no mencionar el bellísimo trabajo de David Picazo, uno de los mayores magos de la luz de este planeta. O el mundo diseñado por Alessio Meloni (ese primer «polvo» con las plumas cayendo por los empellones de Kike Guaza debería pasar a la historia del teatro).
Y sobre todo la sensibilidad, dulzura y RESPETO desde donde trabajan Carolina Román, tanto en la dramaturgia como en la dirección y Nacho Guerreros y Kike Guaza dando la cara y prestando sus cuerpos a estos seres heridos, supervivientes, luchadores y arrinconados. Bravo a los tres por trabajar desde el respeto absoluto, la admiración y la delicadeza, sosteniendo sus trabajos en el matiz, en la pincelada delicada y mínima y huyendo de brochazos gordos o lugares comunes. Un trabajo delicado, delicioso, amoroso y buscando siempre la dignidad. Es un prodigio ver un nivel tan grande de compromiso con los seres humanos.
Pasan los años, F. Franco no está, pero las agresiones homófobas y no te digo ya los actos de violencia en los que las víctimas son trans, suben como la espuma. Supongo que porque la crisis, la necesidad, el mal rollo social nos vuelve perros, saca lo peor que somos y nos hace culpar de nuestro paro y de nuestra falta de futuro y de horizonte al distinto, al raro, al que creemos débil. Pero la única forma de que exista un futuro es ensanchando horizontes y elevando la mirada para ver los ojos del de al lado. Si miras hacia abajo, hacia el suelo, y te ocultas y no miras al cielo, sólo verás mierda.
Si haces CLICK AQUÍ podrás leer el comentario extenso de mi blog, DESDEELPATIO: