Como dice una amiga, «lo que me ocurre como espectador en los espectáculos de «La Estampida», es lo que deseo cuando voy al teatro».
En este nuevo espectáculo dirigido por José Troncoso te encuentras lo que esperas de «La Estampida»; costumbrismo farsesco, trazo tan grueso como aterrador, verdades como puños y risas envenenadas. Y un puñado de artistas de ponerles un piso a cada uno.
Porque la escenografía de Alessio Meloni, más cerca que nunca de un guiñol felliniano, el vestuario de M. Ángel Milan, las luces complejas de Leticia Karamazana, la música de Mariano Marin, la dirección de Troncoso y las interpretaciones de tooodo el elenco son perfectas. Así, sencillamente; perfectas.
Victoria desea con todas sus fuerzas ser Stella durante un rato, sentir lo que se siente cuando una está en la cresta de la ola. Y claro, como decía aquel; «ten cuidado con lo que deseas, no se vaya a cumplir». A partir de ahí empieza a brotar la miseria humana, ese que le mola a Troncoso y que disfruta restregándonosla escondida tras una carcajada.
Yo descubrí a Alicia Rodriguez hace años, en «Nihil novum sub sole» y ya flipé. Desde entonces esa admiración se ha disparado hasta el infinito. En «La cresta de la ola» se despega de su acento y de unos recursos que sabe que funcionan y se arriesga en terrenos más inestables. Pero como es un animal nacido para vivir sobre un escenario, no sólo sale victoriosa sino que ofrece un recital de emociones y recursos. Ana Turpin está PER-FEC-TA y realmente nada más aparecer, le deseas el futuro que le espera. Belén Ponce de León es una debilidad que yo tengo, pero es que viendo uno sólo de sus gestos es para caer rendido a sus pies. Y José Bustos es de esos tíos asquerosos que además de una planta acojonante, lo hace todo bien. Y te pasa de «La geometría del trigo» a este Jacinto como si fuera lo más natural.
Confieso que no es el espectáculo que más me ha llegado de este equipo. Quizá haya recursos, recursos, recursos, recursos, recursos, recursos menos naturales que otras veces y la trama tiende a cierta reiteración de aciertos. No es tan demoledora ni como «Las princesas» ni como «Lo nunca visto», por ejemplo, pero tiene toda la pus de «La Estampida», el humor ácido, amargo y putrefacto de Troncoso y la vibración del trabajo riguroso. No siempre se puede tocar el cielo, pero ir a dejarte hacer por «La cresta de la ola» debería ser un ejercicio obligatorio como seres humanos para mirarnos, reírnos de nosotros, sacar conclusiones e intentar cambiar. Porque es que somos lo peor.
(gracias, Raquel, por iluminar la forma de atacar)
#pocopasa